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William S. Burroughs

William S. Burroughs

William S. Burroughs , escritor norteamericano yhomicida

 

William S. Burroughs

El crimen entendido como una de las bellas artes, título del célebre ensayo de Thomas De Quincey, inspiró a muchos artistas de todos los géneros, para tratar de recrear en la ficción un asesinato perfecto. Pero, como ya se ha dicho en la introducción de esta serie, algunos de ellos no se han conformado con intentar llevar a cabo el crimen perfecto en la ficción, sino que han dado un paso más y lo han llevado a la práctica en la realidad, cometiendo un asesinato.

William S. Burroughs

El escritor más influyente de la cultura ‘beat’ y el innovador de la novela que estaba considerada en esos años, como un género decadente.

Ana Alejandre

Seguimos en esta ocasión con la figura de escritor norteamericano, nacido en el seno de una familia acomodada de la industria de máquinas calculadoras, Burroughs cursó estudió en elitistas escuelas privadas del Sur y del Oeste norteamericano, antes de graduarse en Harvard, en 1936, en literatura inglesa. También realizó varios años de estudios de medicina en Viena, y de antropología en Harvard, mientras el futuro escritor ejerció a los más diversos oficios para sufragar sus gastos. Siempre fue rebelde y no quería depender de su familia.

Burroughs conoció frecuentó os bajos fondos de Nueva York y empezó a consumir toda clase de drogas. En 1944 conoció a Jack Kerouac y Allen Ginsberg, escritor y poetas famosos de la que, una, sería conocida como la «Beat Generation», una década más tarde.

Jack Kerouac aconsejó a Burroughs para que volviese a escribir y, Burroughs inició la escritura, con Kerouac, de una novela negra, pero el intento fracasó en esa ocasión. Poco después de finalizar la posguerra, su consumo de drogas aumentó de forma vertiginosa, a pesar de algunos intentos fallidos del escritor para librarse de ella.

Después de haber vivido en varias localidades del Sur de los Estados Unidos, se trasladó a México, donde, accidentalmente, mató a su mujer aquel 6 de septiembre de 1951, en el número 122 de la calle de Monterrey, en la Ciudad de México. El escritor se vio obligado a dejar Ciudad de México, viajó durante varios meses por Sudamérica y luego, de 1953 a 1959, se estableció en Tánger, Marruecos, donde podía encontrar sin dificultades la morfina de la que dependía totalmente. Pero a pesar de su bajada a los infiernos de la droga, la literatura no le abandonó ni por un momento.

Su primera novela lleva el título de Yonqui (1953), publicada bajo el seudónimo de William Lee, autobiografía de tono de un toxicómano en un estilo realista. Después, publicó, con la colaboración de Kerouaz escribe un millar de páginas que, llegó a convertirse en la famosa trilogía: El almuerzo desnudo (1959), The Soft Machine (1961) y Nova Express (1964). El almuerzo desnudo al ser publicado provocó proceso por obscenidad. Esta trilogía lo convirtió en uno de los escritores beat y no beat más célebres de la segunda posguerra norteamericana, y él se convirtió en un referente de los jóvenes estadounidenses que protagonizaban la contracultura de la década de los sesenta.

Además de su influencia en la juventud beat, se considera a este autor como uno de los innovadores más importantes de la novela que, por entonces se consideraba que estaba en decadencia. El autor desarrolla técnicas narrativas nuevas, como las cinematográficas, como son el corte o el repliegue, no solo para mostrar sus alucinaciones personales, sino también las del estadounidense medio, o las colectivas. Por ello, algunas de sus novelas tienen una unaestructurá cinematográfica como es el caso de Las últimas palabras de Dutch Schultz (1969).

El asesinato de su esposa

En 1951, durante una estancia en México, el escritor tuvo una disparatada ocurrencia, pero con resultados letales. Quiso imitar la peligrosa hazaña de Guillermo Tell, quien atravesó con una flecha una manzana puesta sobre la cabeza de su hijo. Will. Sin embargo, el escritor cambió el arma con la que disparar y, en vez de ballesta, utilizó una pistola y colocó una manzana sobre la cabeza de su esposa, Jane.

No se sabe si su puntería era tan mala como para fallar, pero lo que no se entiende es que, si ese fuera el caso, habría que preguntarse cómo se atrevió a hacer semejante experimento, sabiendo que podría matar a su esposa. Se puede pensar que todo ese macabro experimento era producto del alcohol y las drogas que le habían afectado profundamente, pero la puntería que demostró era muy precisa, porque en vez de darle a la manzana, Burroughs le dio un balazo a su esposa entre los ojos. Demasiada puntería para quien no la tuvo para hacer blanco en la manzana.

Burroughs siempre mantuvo que la muerte fue accidental, pero la justicia mejicana dictó prisión de manera preventiva. Por la intervención de un avispado y poco escrupuloso abogado local, al que llamaban popularmente «el rey del soborno», el autor logró que le concedieran la libertad condicional pocos días después, y pudo así regresar a los EE UU. Gracias a su ciudadanía estadounidense y a sus contactos, Burroughs consiguió que los tribunales mejicanos se olvidaran del delito que se le imputaban y, por ello, el caso nunca fue juzgado.

Naturalmente, la injusticia es evidente porque un criminal, sea por un delito doloso o por imprudencia temeraria, quede sin pagar la muerte de su esposa que lo único que hizo fue confiar en su marido para aceptar ponerse delante de él como blanco improvisado de una muerte anunciada. O ¿la mató primero y después le colocó la manzana al lado, para justificar un supuesto accidente no fue tal, sino un asesinato? La esposa fallecida se llevó el secreto a la tumba y el escritor, años más tarde, también.

 

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