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Paseo hasta los Cuatro Caminos
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Paseo hasta los Cuatro Caminos
Antonio Machado Sanz
Los dos amigos, como cada día, se juntaron para su desayuno en el Café Comercial, una vez terminada la colación se dirigieron hacia la Glorieta de Quevedo por la calle de Fuencarral y como hacía una agradable mañana decidieron llegar hasta la de Cuatro Caminos por la calle de Bravo Murillo.
Comentaron el cambio que se había producido en las esquinas del cruce de esta con la calle de Cea Bermúdez.
-No ha cambiado tanto, el Canal de Isabel II sigue ahí. Todavía existe el concesionario de coches y en los Jardines de Enrique Herreros lo único que han hecho es abrirlos al público y ponerles nombre -dijo Rafael.
-¡Hombre! -replicó Jacinto-. No son pocos los cambios, si tienes en cuenta que, en un solar de paredes blancas, levantaron en el año 2008 los Teatros del Canal, que están junto al garaje del Parque Móvil del Estado, que es un edificio de seis plantas, construido en 1940 e inaugurado en 1952, sobre los terrenos del antiguo Cementerio de la Patriarcal.
Una curiosidad, en su terraza hicieron un campo de baloncesto, conocí a un amigo que jugó allí un Campeonato de Educación y Descanso.
Ese concesionario de coches, al que tú te refieres, ahora Toyota, en los años setenta del siglo pasado era de la marca española Pegaso. En sus escaparates vieron por primera vez un mini bólido, Kid y Ben, Bud Spencer y Terence Hill, respectivamente, en la divertida película de 1974, titulada Y si no, nos enfadamos, cuya trama giraba en torno al cochecito.
-Ya recuerdo el filme, era un recorrido por el Madrid de aquellos años, salía el derribado estadio Vicente Calderón, entonces en construcción. ¡Cómo ha pasado el tiempo! -Sorprendido, replicó Rafael.
-Oye -preguntó Jacinto-. ¿Por qué le pondrían a esta calle el nombre de Cea Bermúdez que fue ministro del nefasto Rey Fernando VII, si según Pedro de Répide, quiso establecer el despotismo ilustrado y trató de conservar el absolutismo un tiempo más?
Serían cosas del Ayuntamiento -aseguró su amigo.
Y siguieron subiendo hacia su destino.
Pasaron frente a una fuente en la que se detenían de pequeños, situada en el lateral del Depósito número uno del Canal, protegida siempre por una valla metálica. A través de sus barrotes veían los cisnes que la adornaban a ambos lados. Ya de mayores se enteraron de que era la Fuente del Rio Lozoya, inaugurada en 1858 por la Reina Isabel II.
También recordaron que, en la gasolinera, que todavía existe, trabajaron las primeras mujeres expendedoras de gasolina de Madrid y que para suministrar carburante se formaban enormes filas de automóviles.
La actriz Pepa Flores hizo un papel de suministradora en esa estación de servicio en el filme Marisol rumbo a Río.
Continuaron su periplo, dejaron atrás el colegio El Porvenir y antes de llegar a la Parroquia de Nuestra señora de los Ángeles, recordaron la pequeña calle que se llamó Virgen de Nieva y que fue la entrada de unas oficinas del Metro, a la derecha estaba la Sección de Recaudación y al final, después de los talleres se llegaba al complejo deportivo.
En aquellos lejanos años cincuenta del siglo XX, eran tan modernas las instalaciones higiénicas que se encontraban a la izquierda, camino de los campos de deporte, frente al departamento de Caja, que todos los equipos de baloncesto querían jugar en ellas. Era un lujo tener duchas individuales con agua caliente.
Llegaron a su destino y comenzaron a relatar su historia y como siempre, discutieron la idoneidad del nombre, porque había más de cuatro caminos, y sobre el origen de su fama y del exagerado tráfico que padece.
Uno decía que el culpable fue el Metropolitano, y el otro que era mucho más antiguo el lío fenomenal por causa de los tranvías y del pequeño tren a Colmenar.
Ahí, en esa ardua discusión, dejamos a los dos amigos en la Glorieta de Cuatro Caminos, llamada en 1902 la Plaza de Bravo Murillo, en 1917 de Joaquín Ruiz Jiménez, en 1931 Glorieta del 14 de abril y desde 1940, al espacio, le impusieron el nombre actual.
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