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Jueves Santo, Primera parte

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Juves Santo, Primera parte

Rafael y Jacinto se reunieron como cada día en su rincón del Café Comercial, se saludaron y Rafael dijo:

-Hoy no estoy muy católico, no sé que me pasa, estoy cansadísimo, mejor será quedarnos un buen rato con unos cafés por medio.

Jacinto, preocupado, sólo pudo asentir con la cabeza y añadió.

-Amigo, reponte pronto que nos tenemos que ir a Torremolinos esta Semana Santa, además ya hemos sacado los billetes del tren y reservadas las habitaciones de hotel.

-Lo estaré para entonces, seguro.

-Menuda diferencia con las semanas santas de nuestra infancia, ¿Eh? -continuó Jacinto

-Y tanto -replicó Rafael-, ¿Recuerdas los Jueves Santos? Todavía me veo, de la mano de mi abuela, recorriendo las Siete Estaciones de Penitencia.

-Cómo no voy a acordarme, querido amigo. Acompañado de la mía, empezábamos visitando la iglesia de las Religiosas de María Inmaculada, su Casa Madre, aunque creo recordar que ya comentamos que todo el barrio la conocía como de las sirvientas, por traer de los pueblos a jóvenes para el servicio de hogar en las casas de gente con poder económico.

Era un espacio que en 1853 ocupó el palacio del Conde de Vistahermosa y en 1898 fue comprado por la orden religiosa para convertirlo en colegio. En la segunda mitad del siglo XIX en sus jardines se elevó la actual iglesia.

-Si, sé cual es, está aquí mismo, en la esquina de la calle de Fuencarral con la del Divino Pastor, con su fachada neogótica -dijo Rafael-. Nosotros empezábamos por la iglesia de Montserrat, en la calle de San Bernardo, con su bello estilo barroco local. Sabrás que la fundó Felipe IV para acoger a los monjes benedictinos castellanos que huyeron de la insurrección de Cataluña entre los siglos XVII y XVIII, pero la iglesia se empezó a construir bajo el reinado de Carlos II.

Es curioso como aprovechó el arquitecto Sebastián Herrera el desnivel de la calle. A la muerte de éste hubo otro arquitecto, Gaspar de la Peña, que no remató el edificio. Fue abandonado hasta 1716. Lo terminó Pedro de Ribera, cuarenta años después del óbito de Herrera. Pasó por diversas utilidades. Por decreto real fue desalojada la casa en 1835, al ser menos de doce las religiosas que la habitaban. En 1837 fue cárcel de mujeres. Cedido a las monjas concepcionistas hasta 1868. En el año 1918 pasó a manos de los benedictinos de Santo Domingo de Silos que fueron ampliando el edificio, hasta su totalidad en 1928. Durante la guerra civil fue salón de baile y, de nuevo, cárcel de mujeres, al final de la contienda seis monjes de Silos ocuparon el monasterio y años más tarde el resto de la edificación. En 1988 se terminó su total restauración.

-Me acuerdo ahora de que en la novela Miau de Don Benito Pérez Galdós, -continuó Jacinto-, relata el terror que infundía la imagen de la copia del Cristo de Burgos con los dos huevos de avestruz y con su melena de pelo natural, en la oscuridad.

-Era aterrador el ambiente dentro de las iglesias, las imágenes y cuadros tapados con paños negros y las fúnebres luces de algunas velas, no muchas.- refrendó Rafael.

-Nosotros íbamos cada año, -Jacinto añadió - al convento de las Comendadoras de Santiago y parroquia de Santiago el Mayor, que decían ser el primer convento construido en la Villa y es el único que se conserva igual que fue creado.

Debe ser verdad -aseveró Rafael- fue fundado en 1584 como sede de la Orden de Santiago en Madrid, aunque fue inaugurado ochenta años más tarde, y hoy todavía siguen las obras de rehabilitación. ¿Recuerdas las banderas con los nombres y las fechas de las batallas en las que intervinieron los caballeros de la orden?

-Sí, estaba todo el templo lleno de cruces de Santiago -asintió Jacinto.

-No hemos hablado de algo que nos emocionaba a los acompañantes de las madres y abuelas… -dijo Rafael

-¿Qué era ese algo?

-La colección de pequeñas estampitas en blanco y negro, con rostros del Nazareno, de la Dolorosa o paisajes de la Pasión que ponían en mesitas a la salida de las penumbrosas iglesias.

Sonrieron y solicitaron al camarero otros dos cafés.