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España en tensión

España posmoderna

 

España en Tensión

“Los españoles, en general, hablan demasiado como para tenerles miedo" (Joachim Murat, dos semanas antes del 2 de mayo)

Angel Sánchez

Tras las elecciones del 28 de mayo y el 23 de julio este país ha experimentado una esquizofrénica realidad. Dos elecciones con resultados diametralmente opuestos plasman o bien, una clara división entre los españoles, que premian o castigan con su voto a unos su gestión municipal y regional, y a los otros, su gestión estatal; o más bien, plasma una guerra de interpretaciones sobre el resultado de ambas elecciones que tiene más realidad mediática y política que social. Hay un poco probablemente de todo, hay división social y hay división interpretativa de lo que la filosofía pos-modernista, denomina, relato, palabra cursi y muy en boga entre periodistas y políticos, nuevo estamento clerical de la sociedad.

Nada, o casi nada en el presente se produce por casualidad. La realidad presente es consecuencia de un proceso dinámico de cambio en las ideas y patrones de comportamiento en personas y comunidades, unas veces impulsado por el cambio tecnológico otras por las circunstancias económicas. Llegados en occidente a un alto nivel de bienestar podemos llegar a concebir al ser humano occidental y contemporáneo como un Homo Otiosus. No es casual que sus inquietudes y problemas puedan entenderse filosóficamente desde ahí. La Historia muestra que todo bienestar, hegemonía y crecimiento económico no son indefinidos.

Los cambios se producen a modo de cómo un edificio se levanta forjado a forjado y ladrillo a ladrillo. Ese cambio filosóficamente puede describirse como de hegemonía de la pos-modernidad en los últimos 30 años. La Pos-modernidad podría gestarse históricamente entre la Caída del Muro de Berlín (1989) y el tiempo presente. Esta Hegemonía cuenta con su correspondiente corriente reaccionaria, cuyo origen podría históricamente situarse en los Atentados contra las Torres Gemelas (2001) y corre en paralelo y directa confrontación con la corriente pos-moderna: el Neo-conservadurismo.

Así pues, la esquizofrenia social puede tener una razón: existe una batalla cultural entre neo-conservadores y neo-progresistas, si así puede entenderse mejor. Califico al sujeto social contemporáneo y occidental como esquizofrénico, pues considero que así se comporta cuando prevalece en él la emocionalidad y no la racionalidad. En esta batalla cultural no impera el Diálogo sino el Enfrentamiento, y esta batalla cultural está peligrosamente fomentando la vuelta de los totalitarismos, provocando tensiones sociales que no pocas veces desembocan en una violencia controlada, no porque el Estado imponga la suya, sino porque como en todo lo pos-moderno se impone una realidad virtual a través fundamentalmente del uso de las tecnologías (redes sociales y manipulación mediática). Esporádicas por ahora, son las traducciones de esa violencia virtual en una violencia real.

Qué es la Pos-modernidad.

La pos-modernidad tiene como toda corriente de pensamiento, un origen filosófico. Surge a mediados del siglo pasado gracias, entre otros, a Jacques Derrida (1930-2004), Paul-Michel Foucault (1926-1984) y Jean François Lyotard (1924-1998). Nos situamos: Francia de posguerra, De Gaulle, Mayo del 68 y Caída del Muro de Berlín. Hegemonía del capitalismo y desencanto y frustración de los pensadores inicialmente marxistas.

Un fenómeno genera el nivel de bienestar económico más sobresaliente en la Historia de Occidente, otro, la hegemonía de lo que se ha llamado Relativismo Cultural cuyo precursor es la Escuela de Frankfurt, formada por marxistas desencantados con el comunismo soviético. Su dialéctica es fuertemente crítica con su contexto histórico. Emplean el psicoanálisis freudiano, y advierten de la decadencia cultural de Occidente por la pérdida por parte de éste de la fuerza emancipadora que transmitió la Ilustración. Analizan las causas culturales y políticas por las que el marxismo no resulta triunfante sobre el capitalismo, y abren definitivamente la puerta, desde la resignación, a la posmodernidad, que es expresión filosófica de los sucesivos desengaños que han provocado las utopías del siglo XX.

El carácter hipercrítico de la Escuela de Frankfurt, que evoca al espíritu original revolucionario de un marxismo malogrado, permeabilizó en Occidente en el siglo XX y es ahora heredado por la posmodernidad. No obstante, el verdadero precursor de la posmodernidad fue Nietzsche, ya que su radical vitalismo y auto-referencialidad moral opuesta a la religión cristiana sustentan postulados posmodernos de importancia capital: 1) la valoración radical del presente y de la capacidad de gozarlo y, 2) la supresión de cualquier tipo de autoridad moral que imponga limitaciones a ello.

La pos-modernidad supone una ruptura con la tradicional visión lineal y teleológica de la historia. En terminología heideggeriana, realiza una deconstrucción histórica. Los grandes relatos u utopías son de-construidos. Con esta labor de desmontar, de detectar los fallos o contradicciones a través de los conceptos utilizados en los grandes mensajes o teorías de las cosmovisiones o ideologías, la pos-modernidad provoca una fragmentación de raíz nihilista de los principios universales o absolutos, desembocando en un relativismo moral, lingüístico y cultural. Para la pos-modernidad, la historia está fragmentada, asemejándose a un cuestionario de Trivial, a una multiplicidad de hechos agotados en sí mismos, a una exposición caótica de datos sin finalidad ni orden ni sentido. Se defiende en lo filosófico y moral una tesis de singularidad radical anti-universalista.

Filosóficamente destaca en este plano Jean François Lyotard, el cual mantiene un profundo escepticismo frente a las teorías universalistas (religiosas, racionalistas, liberales o marxistas), y expone la prevalencia del formalismo y su eficacia —el impacto en las emociones— sobre los aspectos de contenido o esenciales que exigen un mayor componente racional, y una mayor base cultural en la persona.

Además, el autor diserta sobre cómo la Ciencia, tras la pérdida de su sentido trascendente en la búsqueda de verdades o absolutos, desempeña una nueva función, su utilidad como herramienta dialéctica del poder político e incluso como elemento legitimador de éste, pues con su reputación de credibilidad la ciencia refuerza la legitimidad en el discurso del Estado presentado ante la sociedad como promotor del progreso y las ciencias. Subyace en Lyotard un agudo escepticismo acerca del éxito científico, al que atribuye la categoría de gran relato o mito.

En la antropología posmoderna surge un hombre carente de ideales y proyección, anclado vitalmente en su presente, que es hedonista y deviene fragmentado y líquido, humanamente empobrecido.

La posmodernidad supone una ruptura con el racionalismo por su preeminencia de las emociones, una preferencia por las formas — superficialidad—, un antidogmatismo fundante de un relativismo en lo moral — frivolidad—, una deficiente capacidad creativa —imita más que crea—, y algo muy importante, depende, por su aversión al esfuerzo, activamente de las tecnologías, lo cual contribuye decisivamente, por el excesivo y continuo volumen de información que esta suministra, a una sociedad carente cada vez más de capacidad analítica para digerirla (síndrome de fatiga informativa).

Algunos autores hablan del declive de la pos-modernidad a partir esencialmente del atentado de las torres gemelas de Nueva York. De repente, la imagen del Angelus Novus que atormentó a Walter Benjamín cobró forma. Este conflicto abre el debate sobre la necesidad de rescatar valores absolutos en Occidente, lo cual compromete la prevalencia cultural de la posmodernidad y su relativismo cultural.

Todo esto que expongo desemboca finalmente en una inquietante realidad: la aguda y progresiva crisis de los humanismos. Un acuciante y sutil pesimismo antropológico permea en nuestra cultura. Los últimos ismos, ecologismo y animalismo, conciben el progreso humano como una amenaza para la conservación del ecosistema y del resto de las especies; se extiende la idea de que el ser humano es, en sí, el problema, por su persistente empleo de su capacidad destructiva (y tecnológica). La insatisfacción que genera la cultura de consumo, el exceso de información negativa y la generalización de relaciones deshumanizadas, refuerzan la extensión y popularización de los Anti-humanismos.

Los anti-humanismos se gestan sutilmente de forma paralela a la pos-modernidad y emergen a golpe de las periódicas frustraciones que las utopías humanistas provocan, pero también a causa de la formidable expansión de la Sociedad de la Información. La pos-modernidad los ha incubado, ya que ha desarmado culturalmente al hombre contemporáneo de su capacidad analítica, y racional, así como de su pensamiento originariamente crítico. El ser humano es concebido como sujeto esencialmente emocional. En suma, lo ha hecho líquido. Este hombre posmoderno es un producto cultural de la sociedad de consumo, pero es producto también de la ingeniería social.

Qué hay de todo ello en España HOY.

Voy a tratar de ser conciso.

En un país donde: 1) los periodistas saben de todo y se dedican a pontificar, lo cual resulta infinitamente mucho más fácil que analizar; 2) los políticos han nacido, crecido y salido de esas Escuelas de Depredación y Trepismo llamadas partidos políticos donde se imponen los más mediocres y psicopáticos y; 3) la sociedad española ha entrado en una dinámica virtual de ocio que le impide razonar sobre su difícil cotidianidad permitiéndole hacer creer que es rico sin serlo, culto sin serlo y soberano sin serlo, se echa en falta que alguien, algo, natural o sobrenatural , le diga a los españoles que: dejen de ser unos completos idiotas.

El malvado se merienda al idiota porque es capaz de fríamente decidir siempre en su propio beneficio perjudicando al idiota. El idiota es fácil presa del malvado. El idiota: 1) Es capaz de decidir tirar piedras a su propio tejado; 2) Es respaldado por otra infinidad de idiotas, con los que se interrelaciona a modo de ”Alcohólicos Anónimos”; 3) Es animado por otros idiotas con títulos académicos pero analfabetos de solemnidad y; 3) Nunca le faltarán idiotas allá donde tenga la valentía de manifestarse como tal y tampoco nunca se aburrirá si lo que quiere es gresca, y a los españoles nos gusta la gresca.
Conociendo su Historia, España se enfrenta a un período muy preocupante pero que ya tiene resonancias en su riquísima Historia. O todos los desvaríos políticos que estamos viendo desembocan en declaraciones de guerra entre la Nación de Murcia y la de Jumilla (I República), o en Revoluciones como la de Asturias o Alzamientos como los del 18 de julio (II República) con resultados mucho más iracundos y fratricidas.

Siento decir que el Estado de Derecho, si es que subsiste, es incapaz de frenar el desarrollo de la Historia que obedece a razones que no son jurídicas. El Derecho introduce y debe imponer, racionalidad en los conflictos, pero eso en una sociedad pos-moderna es de lo que más se carece.

Los españoles daremos miedo cuando entre nosotros dejemos de hablar demasiado. Eso ya está pasando, porque somos un pueblo de idiotas manejado permanentemente por una casta mediocre y trepa, sin escrúpulos morales que se ha acostumbrado históricamente a hacer prevalecer sus intereses particulares.

España es el mejor ejemplo de Nación histórica en el que las mayorías, son idiotizadas sistémicamente por las minorías dirigentes. Un modelo de ejercicio de poder del Antiguo Régimen actualizado en versión Siglo XXI, que en España tiene un singular éxito porque o bien aquí hay más idiotas que en otros sitios, o bien porque sus clases dirigentes tienen menos escrúpulos aquí que las clases dirigentes de los otros países de su entorno.

Imagino que hay un poco de los dos fenómenos. Eso sí, estoy seguro de que mi generación y las posteriores, vivirán peor que las de mis padres, los cuales después de una guerra civil y una dictadura, sí pensaron y decidieron que era el mejor momento para dejar de ser idiotas. ¿Nosotros? Estamos dejando de hablarnos y tolerarnos. Buscamos imponernos, unos por convicción y otros como reacción.