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Gestiones fallidas

Hotel Four Seasons

jOTEL FOUR SEASONS, C./SEVILLA, MADRID

 

Grdtiones fallidas

Antonio Machado Sanz

Como cada semana, ese jueves, se reunieron los dos amigos en el Café Comercial para desayunar y decidieron no salir a pasear, Rafael no se encontraba bien y además en la televisión los hombres del tiempo auguraban calor.

Jacinto comenzó a relatarle que, una tarde que salió para realizar una gestión, llegó hasta la calle de Sevilla, su intención era llegar a la Plaza de Santa Ana.

-Ponte bien pronto -dijo Jacinto-, tenemos que visitar el caro complejo hotelero que han montado en la calle de Sevilla, han conservado las fachadas de los dos bancos el Hispano Americano y el Español de Crédito.

-No me digas -replicó Rafael- que han llegado a convertir los bancos en otro hotel.

-Sí, en uno carísimo, de la cadena Four Season. En su interior todavía se observan los antiguos patios de operaciones. En el exterior firmas de esas que sólo se pueden ver en las revistas del corazón, Hermes, Dior, Cartier y en su interior, marcas nuevas y extrañas, con precios más que exagerados -continuó Jacinto-. ¡Cómo cambia todo! Aún recuerdo a mi cuñado Pepe que trabajaba en Banesto, que en los lejanos años sesenta, cuando tenían la jornada laboral partida, les cambiaron a trabajar de forma continuada hasta las cinco de la tarde, pero como tenían que darles tiempo para comer, les concedieron 31minutos.

-¿Y eso de 31 minutos? -preguntó Rafael- ¡Qué tiempo tan extraño!

-Es que, por decreto, si sólo les daban media hora las empresas tendría que haber puesto comedores. Era un espectáculo ver la acera de la calle Sevilla llena de empleados de banca, tan elegantes, con sus trajes y sus corbatas, con un bocadillo en una mano y una cerveza en la otra. Aunque algunos. para escarnio de las empresas, confeccionaron unas bandejas que colgaban de su cuello, en las que portaban los platos con su comida, su pan, los cubiertos, los vasos y la bebida.

-Ahora recuerdo que nuestro periódico publicó en portada una fotografía de un grupo de empleados comiendo -aseveró el amigo Rafael.

-También contaba Pepe que, en los diferentes negociados, que no estaban cara al público, a las dos de la tarde, en infiernillos eléctricos calentaban las comidas. Los olores de los diferentes guisos familiares se repartían por todos los departamentos.

-¿Pero llevaban comidas normales? -Volvió a preguntar Rafael.

-¡No te digo! -exclamó Jacinto – mi cuñado nos contó que algunos llevaban cocido, con su sopa, otros judías con chorizo y algunos lentejas, todo ello acompañado de su correspondiente vino tinto.

Entre risas los dos amigos decidieron volver a sus domicilios y quedaron en pasear, la semana siguiente, por la calle de Sevilla y terminar en la Plaza de Santa Ana para realizar la gestión a la que iba Jacinto.