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Primo Levi, superviviente de Auschwitz

Primo Levi

Primo Levi, escritor y químico, superviviente de Auschwits

 

Primo Levi, superviviente de Auschwitz

El escritor, químico y superviviente del campo de exterminio de Auxchwitz, autor de la más famosa trilogía dedicada a dicho campo y al horror que supuso para quienes lo vivieron,

Ana Alejandre

Escritor y químico, nació el 31 de julio de 1919, en Turín (Italia) ciudad en la que falleció el 11 de abril de 1987, por causas que la policía calificó de suicidio y la familia y amigos de accidente,

Escritor que fue un perfecto testigo del horror que destilaban los campos de concentración nazis, pues estuvo prisionero en uno de ellos durante casi un año, lo que supuso para él y todos los internos en ese infierno una experiencia traumática y tenebrosa que le dejó huella durante toda su vida, hasta el momento de su muerte. Fue deportado a Auschwitz en 1944 desde Italia, su país natal, en el que participaba activamente en la resistencia. Allí permaneció once meses, suficiente tiempo para darse cuenta de que ese siniestro lugar era el infierno en la tierra.

Por su internamiento en aquel lugar de horror y muerte, fue un testigo que vivió de primera mano todos los crímenes, abusos y vejaciones inhumanas a los que estaban sometidos sus internos. Todas sus experiencias las pasó al papel, y después de ser liberado, sus escritos llegaron a todos los confines del mundo y, en la actualidad, siguen sirviendo en las escuelas de Italia como un ejemplo vivo y palpitante de memoria histórica.

Cuando fue puesto en libertad, su regreso a la vida cotidiana, después de ocho meses viajando por ferrocarril hasta llegar a Italia, le resultó imposible, pues llevaba en la retina y en la memoria todo el horror del que había sido testigo: de las miles de personas masacradas, vejadas y torturadas que vio desfilar ante sus ojos y ante su sensación de impotencia, terror y vergüenza por toda aquella ignominia que se producía ante él.

Siguió publicando después de su primera obra «Se questo è un uomo» (1947, Einaudi), (Si esto es un hombre) a lo que se suman otros títulos que permiten conocer la personalidad de este escritor, uno de los más prestigiosos de las letras italianas del siglo XX y su trágico testimonio de testigo presencial de aquella etapa de horror que sacudió a toda Europa, por lo que incluyó un prefacio en el que afirma que el fin de escribir dicho libro era el de mantener viva la memoria de aquellos crímenes, pues la sola presencia de aquellos campos de concentración y/o exterminio, debería ser una llamada de atención y alarma para las generaciones futuras.

Se considera el título anterior la más importante de sus obras. Fue escrita al regresar a Italia, desde el campo de trabajos forzados de Monowitz, anexo al de Auschwitz-Birkenau, obra en la que narra sin medias tintas las humillaciones y malos tratos que tuvieron que sufrir las víctimas del Holocausto, tratados como objetos, tanto hombres, mujeres, ancianos y niños, por el régimen brutal impuesto por los nazis y las durísimas condiciones de vida de los distintos barracones que formaban el campo.

Posteriormente, publicó otro título importante de su obra que fue “La tregua” 1963 , Inaudi), segundo libro de Levi, y segundo título de la trilogía dedicada a Auschwitz. En dicha obra narra la auténtica odisea que, como otros millones de personas, tuvo que vivir para regresar a su país, tras ser liberado de Auschwitz por parte de las tropas soviéticas. Hecho que le permitió comprender la verdadera dimensión monstruosa, del “campo grande”, del que dependía su anexo Buna-Monowitz en el que estaba destinado.

Esta segunda parte de la trilogía dedicada a Auschwitz, comienza donde finaliza el libro anterior, es decir, con la liberación de dicho campo, la huida de los nazis y la llegada de los rusos. En las primeras diez páginas se produce el cambio. La necesidad sigue siendo extrema, las condiciones físicas lamentables, pero sin la opresión nazi, por lo que, a pesar de la anarquía subsiguiente a la liberación y confusión de los primeros días, los hombres recuperan la humanidad perdida.

Lo peor de esta obra es cuando relata la indiferencia de la sociedad europea, que pudo descubrir en su regreso de ocho meses viajando por ferrocarril, porque no los miraban como supervivientes del terror nazi, sino como meros efectos colaterales de la Guerra que había traumatizado a la sociedad en su conjunto y le había anulado su propia capacidad de compasión y pena por el sufrimiento de quienes lo habían pasado aún peor que el resto de los ciudadanos de los países en conflicto que permanecieron en sus casas y en su ciudad, sin sentirse amenazados por los siniestros campos.

Esta obra recibió el premio Campiello y supuso para el autor la confirmación de su vocación de escritor. Narra el redescubrimiento de la normalidad, el regreso paulatino a las exigencias de lo cotidiano, pero todo ello sin poder olvidar ni dejarse vencer por la memoria implacable del horror sufrido.

En 1971, publicó “Vicio de forma”, «Vizio di forma» (1971, Einaudi), un compendio de historias cortas de ciencia ficción, que siguió a “Storie natural”, un libro similar al anterior, que firmó bajo el pseusónimo de de Damiano Malabaila.

Sus obras posteriores evidencian la búsqueda del ideal de una literatura mediadora y que se encuentre entre dos culturas: la humanística y la científica y participe de ambas. Entre esos títulos se encuentran Defecto de forma (1971), El sistema periódico (1975, premio Prato per la Resistenza) y La llave estrella (1978, premio Strega). Las dos últimas son auténticas novelas de formación, La primera, sobre la formación moral de un joven estudiante hebreo, y la segunda sobre la formación ética y profesional de un obrero. En ambas, los personajes se acercan por sus experiencias al mundo de la ciencia, de la técnica y de la fábrica.

Los ensayos reunidos en L'altrui mestiere (1985), en apariencia extravagantes y divertidas disertaciones de diletantismo enciclopédico, ofrecen precisas indicaciones de método y claras motivaciones de elección que se sitúan en este ideal de literatura. La antología personal titulada La ricerca delle radici (1981), ofrece una sugerente selección comentada de las lecturas preferidas del autor que permite comprender mejor su obra.

Levi siguió escribiendo obras relacionadas con el mundo judío y la II Guerra Mundial. De ellas destacan los títulos “Si ahora no ¿cuándo?” (1982. premios Viareggio y Campiello), en Lilít y otros relatos (1981) y en Los hundidos y los salvados (1986), ensayo documental sobre los campos de concentración y tercer volumen dedicado de la trilogía de Auschwitz. En esta última obra analiza con profundidad la experiencia de los Lager. Recobra los temas de los libros anteriores, pero en esta ocasión, analizándolos en profundidad. Para Levi no hay venganza ni olvido. Sólo justicia. Dice que puede perdonar a quien sinceramente reconozca y se arrepienta de sus malos actos y crímenes. Quien admite sus faltas ya no es su enemigo, afirma. Pero, señala, solamente puede perdonar los cometidos contra su persona. Nadie pueda perdonar por el daño sufrido por otro. Es imposible el perdón universal. Por eso afirma que el homicidio es imperdonable.

“Los hundidos y los salvados” representa uno de los análisis más verídicos y valientes de la experiencia de los lager. El libro irrita, e inquieta a los bien pensantes. Siempre con un tono comedido, una sincera humildad y el razonamiento como objetivo literario, analiza los elementos más controvertidos de la terrible experiencia del cautiverio. Este volumen es el tercero de la trilogía dedicada al horror de Auschwitz

El motivo de su suicidio no está claro, aunque pocos días antes de morir, Levi llamó al Gran Rabino de la Shoáh (literalmente significa “catástrofe” utilizado para referirse al holocausto judío provocado por la Alemania nazi) para hablarle de su depresión y angustia.

Su muerte se debió a haber caído por el vano de la escalera, desde el tercer piso del edificio donde vivía en el norte de Turín, La portera de dicho inmueble subió a su piso para entregarle un sobre esa aciaga mañana. Cuando bajó a la portería, oyó un fuerte impacto y salió para ver qué lo había provocado y encontró el cuerpo sin vida del escritor, el hombre siempre amable y discreto con el que siempre trató cordialmente. La esposa de Levi se había ausentado para hacer la compra y cuando llegó encontró el cuerpo inerte de s marido y comenzó a gritar y decir: “¡Al fin lo ha hecho! ¡Ha hecho lo que siempre dijo que haría!”.

Se sabe que la negativa de sus hijos a hablar sobre sus penalidades que vivió en Auschwitz le causó un profundo pesar, aunque no lo expresaba por su permanente discreción. Sin embargo, un mes antes de morir se sinceró y mostró sus sentimientos a David Mendel, un cardiólogo inglés: Le confesó que había perdido todo el interés por la escritura y la lectura y que se sentía profundamente deprimido y sin ganas de ver a nadie. Mendel le sugirió buscar un psicoterapeuta, pero Levi se opuso, pues no confiaba en la psicología. Una operación de próstata sufrida recientemente empeoró su estado de ánimo. Cada vez le resultaba más difícil ponerse a escribir. En una entrevista con Roberto Di Caro que se publicó póstumamente en L’Espresso, confesó que su actividad como escritor quizás había llegado a su fin y que no era una persona estable psicológicamente.

Cuando Levi murió, su colega escritor y, también superviviente, Elie Wiesel, realizó un epigrama de su maestro: «Primo Levi murió en Auschwitz cuarenta años más tarde».

La postura de Levi siempre fue contraria al suicidio, en general, y lo manifestó cuando Jean Amery, que sobrevivió a las torturas de la Gestapo y al horror de Auschwitz, ingirió una sobredosis de pastillas para dormir en 1978; y, también cuando Paúl Celán, que estuvo interno en un campo de trabajo forzado en Rumania y vio cómo mataban a sus padres, se ahogó en el Sena en 1970;. Sin embargo, parecía comprender el motivo de sus colegas supervivientes al elegir el suicido y, al lanzarse de un tercer piso, Levi parecía querer enviar el mismo mensaje que los otros escritores y supervivientes del horror nazi: que caía al vacío como única forma de no seguir soportando esa terrible carga de su pasado impreso en su memoria, porque su depresión ya no podía hundir más profundamente su ánimo, y sus fuerzas no pudieron resistir y se derrumbaron ante un peso insoportable.

Pero, hay una diferencia crucial entre Levi y esos otros escritores de la Shoá:.Amery fue el autor de un libro llamado “Sobre el suicidio”, y Celán era el poeta de la incomunicación y la angustia;. Pero, en toda la obra de Levi, el tema principal y recurrente no era la muerte sino la supervivencia, no el triunfo del mal, sino el desafío a éste. Era un hombre que sobrevivió al horror de Auschwitz y de allí salió convertido en un humanista. Esto le convirtió ante muchos lectores en uno de los espíritus heroicos del siglo XX, sobre todo ante los judíos de Estados Unidos que coinciden con la judería italiana en una visión similar y agnóstica.

Todo ello convirtió su suicidio en algo oscuro por incongruente e inaceptable por inasumible en alguien que no aceptaba la muerte voluntaria como solución ante el horror, la injusticia y el sufrimiento, a pesar de que siempre decía que no encontraba la manera de vivir en un mundo donde Auschwitz fue posible y, quizás, por ello, era previsible su repetición.

Es por ello que su familia y amigos rechazaban la idea del suicidio de Levi, porque significaba una gran contradicción con su vida de lucha contra la adversidad, pero agrandaba su imagen de hombre en el que subyacía la vulnerabilidad de todo ser humano a quien venció su propia fortaleza moral derrotada.

 

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