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El rompecabezas pandémico

Pandemia

 

Pensamiento y vida


“El mal siempre aprovecha la ambigüedad “. G.K. Chesterton

Ángel Sánchez García

El pasado 3 de marzo el Gobierno publicaba un informe donde se informaba que durante la pandemia han fallecido 29.408 personas en residencias de ancianos. Esta cifra representa el 40 por ciento del total de fallecimientos. Los centros de Madrid, Cataluña, Castilla-La Mancha y Castilla-León fueron los más golpeados.

Murieron en silencio y solos. La noticia apenas tuvo eco en los medios de comunicación. La indiferencia en tiempos de pandemia es tendencia, La tragedia blanqueada con datos se sirve con leche tibia a una sociedad enferma de ambigüedad e indiferencia programadas.

La dependencia tecnológica del hombre moderno está moldeando su forma de discernir los acontecimientos, su moral, su modo de relacionarse con los demás que es la fuente de la que bebe y se desarrolla nuestra personalidad. Esta dependencia tecnológica nos está haciendo vulnerables en nuestra sociabilidad natural. La pandemia ha acelerado este proceso de aislamiento que ya estaba siendo advertido por quienes críticamente analizaban nuestra excesiva dependencia tecnológica.

El hombre moderno parece fusionarse con la máquina, o al menos vive como si fuese así.

El ser humano biológicamente integrado está entrando en una nueva etapa de su Historia que fue acuñada en 2015 por el Director Ejecutivo del Foro Económico Mundial o de Davos, Klaus Schwab, como la IV REVOLUCION INDUSTRIAL.

Esta IV Revolución Industrial se significaría por la acusada incorporación a la vida humana de tecnologías convergentes entre las cuales se citan la bio-genética, la nanotecnología, la inteligencia artificial y la robótica. Con ello se pretende la fusión de los sistemas biológicos con los tecnológicos o físicos, y digitales. Es Ciencia Ficción hecha Realidad y política global, política implementada por los Estados.

La ignorancia del estado y capacidades de estas tecnologías a fecha de hoy es general. Estas capacidades son celosamente ocultadas y de conocerse inmediatamente saltarían los recelos en el debate público.

Como corriente filosófica o ideológica, la Agenda 2030 está sustentada en buena parte, por lo que se llama Transhumanismo o Pos-humanismo, que tiene como objetivos la formación de un ser pos-humano no limitado biológicamente que gozaría de: 1) Super-longevidad ; 2) Super-inteligencia y; 3) Super-bienestar.

Esta corriente disparatada tiene actualmente mucho predicamento entre las élites globalistas y tecnológicas. Subyace en este pos-humanismo un acusado desprecio por el ser humano biológico, y esto es lo que nos permite hacer saltar todas las alarmas porque estos planteamientos poseen con la Agenda 2030, ya una proyección política.

Redefinir y reconfigurar al ser humano es la finalidad buscada por esa no explicada y secretista Agenda 2030, a la que llaman también Gran Reseteo, Gran Reinicio o Nuevo Orden Mundial.

No se ha de esperar que seamos protagonistas o sancionemos este programa con nuestros votos. Es un programa autoritario y totalitario que busca que los seres humanos dejen de interaccionar entre ellos para lograr de esta forma (también hay otras como el terror mediático pandémico o climático) seres humanos rebaño o dóciles a los fuertes cambios que se avecinan, y que se venden como una oportunidad constructiva en tiempos de pandemia.

La actual pandemia ha acelerado el proceso de empobrecimiento de las clases medias y de progresivo socavamiento de la soberanía de los Estados. Ha reforzado a las grandes empresas tecnológicas y financieras, y ha sustituido a los EEUU por China como líder mundial. En definitiva, asistimos a una execrable concentración de poder económico y político en muy pocas manos, que explica perfectamente el predominio de una única línea de interpretación de los acontecimientos en los medios de comunicación: “el cambio es inevitable y no hay posibilidad de resistencia si quieres no ver peligrar tu seguridad”. No han tenido ni siquiera escrúpulos a la hora de redefinir la Normalidad como Nueva Normalidad.

Este proceso deshumanizador ya estaba en marcha hace décadas y la pandemia lo ha acelerado. La fragmentación social a través de la ideologización e idiotización de la sociedad ha erosionado la capacidad de reacción de la sociedad, que asiste gustosa a renunciar a su libertad por su seguridad, que mitifica la Ciencia y rechaza sonoramente las certezas que proporcionan la racionalidad, la moral, el pensamiento propio y la experiencia personal.

En este loco rompecabezas donde el cambio y el progreso no son discutidos ni son discutibles porque están sacralizados por una sociedad ignorante por cientifista, cambio y progreso se convierten en las palabras mágicas que abren la cueva de Alí Babá y no la de la vuelta a la única normalidad, la antigua.

Corremos serio riesgo de que el uso de la tecnología convergente (para alcanzar el poder absoluto) no tenga ni límites políticos ni morales ni legales.

El modelo de control social absoluto es China, donde a través del Código QR (con pretexto sanitario) y la implantación de la banda del 5G, que lo permite, la transferencia de datos (y de los movimientos de los ciudadanos) se hace en tiempo real.

La IV Revolución Industrial nos abre las puertas a una distopía en la que la tecnología no está al servicio de los seres humanos, sino al revés. La tecnología de tener valor inicuo pasa a convertirse en una herramienta de control social para quienes están concentrando mucho poder en muy pocas manos y poseen no sólo una ambición desmedida, sino un plan de reconfiguración y redefinición del ser humano ya no humano sino pos-humano. El ser humano fusionado con la tecnología implica admitir la libre experimentación genética y el por qué no, descarte eugenésico.

Escenario, capacidad tecnológica y falta de escrúpulos lo hacen posible.

El totalitarismo del siglo XXI se define bajo premisas cientifistas, se viste de realidad virtual y apariencia de bienestar, democracia y seguridad.

La realidad es mucho más dura, y por ello mi tributo a quienes solos y en silencio, murieron en las residencias, hospitales o en sus propias casas, depositarios de una Humanidad digna también en el sufrimiento.

Para ellos Memoria y Justicia.

 

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