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Crítica literaria
Transbordo en Moscú, Eduardo Mendoza
Transbordo en Moscú
Eduardo Mendoza
Seis Barral
Barcelona 2021, 376 pp.
Ana Alejandre
Transbordo en Moscú, la última novela de Mendoza, nos ofrece las peripecias de Rufo Batalla, en unos años como son los del cambio del siglo XX y XXI y, en especial, de la década de los ochenta.
El protagonista asiste al cambio sustancial que se está produciendo en esos años que trastocan los pilares de la sociedad, dando paso a nuevas generaciones con otra mentalidad y forma de ver y estar en el mundo.
Esta nueva novela es la tercera entrega de una trilogía escrita con absoluta libertad y una natural alegría que siempre presenta este autor en todas sus obras como característica personal de su estilo literario. Las dos primeras entregas fueron los títulos “El rey recibe” y “El negociado del yin y yang”. La obra ofrece la visión de Mendoza, a través de la voz del protagonista, sobre la segunda mitad del siglo XX en el que se encuentran el auge y el declive de ambiciosos proyectos políticos y cambios sociales y estructurales ya irreversibles.
El autor busca así con esta obra a un interlocutor válido y, por ello, cómplice, con el que poder comunicarse a través de la voz de Bufo Batalla que parece ser el portavoz de otras voces anónimas que asisten entre el asombro y el estupor a los cambios producidos por decisiones políticas de hondo calado.
Todo ello trae consigo que de esta novela no se pueda decir que tiene trama, lo que para muchos es sinónimo de que no se le puede considerar una obra de narrativa lo que le puede desconcertar al lector despistado. Aunque el lector avezado sabe que, de esa falta de trama que lleva al estupor del lector y a la digresión en la narración, nace muchas veces las mejores obras de narrativa que sigue siéndolo aunque su técnica narrativa sea equívoca.
En cuanto al argumento de la obra, su protagonista, Rufo Batalla, está casado con una rica heredera barcelonesa y tiene hijos con ella. El fantasma del príncipe Tukuulo heredero exiliado de un país inventado que solamente fue un entretiempo para los verdaderos creadores de la guerra fría, vuelve con el recuerdo del príncipe a ejercer una gran influencia sobre Batalla. La Transición política española había creado un estado de bonanza nunca antes conocida y con apariencia de ser duradera. Al mismo tiempo, la caída del muro de Berlín inicia ya lo que sería el proceso de desaparición de la URSS. Ello hace pensar que la conquista del reino de Livonia puede ser posible.
El protagonista viaja a Londres, Nueva York, Viena o Moscú, por razones ajenas a su voluntad y vive situaciones insólitas, viéndose obligado a desempeñar papeles que nunca hubiera elegido por voluntad propia. Más tarde descubre que el servicio de inteligencia soviético está detrás de la pista del príncipe será cuando advierte que la vida familiar y la de agente secreto no son fáciles de simultanear.
Como telón de fondo se describen los fenómenos sociales y políticos de finales del siglo XX, pero siempre con la propia y peculiar visión de Rufo Batalla que se encuentra a caballo entre una tranquila vida familiar y el príncipe Tukuulo que, además, es pretendiente a un trono que parece salido de una opereta. Sin embargo, no pierde por ello el inefable Batalla la compostura. El fin de siglo muestra que los cambios políticos y sociales serán definitivos e irreversibles, pero siempre quedan tablas de salvación para los náufragos de la nostalgia de tiempos pasados como son la razón, el amor al arte y la belleza. Siempre narrados desde la más fina ironía, humor y excelente prosa en la que brilla el ingenio de un narrador excepcional.
Además de las divagaciones, reflexiones y otros alardes narrativos, lo verdaderamente importante en esta novela es el estilo que se mantiene siempre en un tono continuo, sin altibajos, pero optimista en todo momento, casi rayano en la felicidad, a pesar de las vicisitudes sufridas por el protagonista, unos más truculentos que otros, pero todos ellos contados con el mismo tono desapasionado y distante, escéptico y afectuoso, pero sin caer nunca en un burdo cinismo, -Toda esta distancia emocional hacia lo narrado parece corresponder a la propia naturaleza de Batalla, carente de una personalidad bien cincelada y con matices psicológicos.
Transbordo en Moscú tiene ciertas resonancias barojianas, como si el autor quisiera retomar una tradición ya en desuso, intento siempre de agradecer cuando se realiza por un autor de la maestría narrativa de Mendoza que está siempre cerca de todo, pero contemplándolo y narrándolo desde una cierta lejanía y sin que falte nunca un fuerte toque de ternura,
Las hermanas Gourmet
Vicente Molina Foix .
Anagrama, 2021, 255 pág.
Ana Alejandre
La última novela de Molina Foix tiene como protagonistas a las hermanas Gourmet. La historia que narra comenzó en una guerra y termina en la cocina de un reconocido restaurante de fama mundial.
Las cuatro protagonistas se diferencian por la edad, pues hay dos mayores y las dos últimas son gemelas. Esta diferencia de edades es el hilo conductor de la narración en la que abundan los secretos familiares, especialmente los concernientes a la figura de la madre que va llevando a la narración hasta el final en el que se produce el desenlace, aunque no siempre las piezas del collage narrativo no encajan a la perfección cuando se alinean con el presente que le resultará más interesante al lector.
La voz narradora es la de Julia que va relatando, en el transcurso de un año, todo lo que sucedes desde la llegada de Max al restaurante por haber leído un anuncio que ofrecía un puesto de trabajo, La llegada de ese joven, enigmático y sugerente, causa conmoción en la vida de las cuatro hermanas en el plano afectivo y en otros aspectos, pues vivían en un mundo ordenado y tranquilo en el que cada una tenía su espacio, su responsabilidad y su vida. Toda esta convulsión, provocada por la llegada del extraño, da pie a un rico ejercicio imaginativo por parte de las cuatro hermanas que ven su vida trastocada y su fantasía estimulada por la presencia de Max y el enigma que representa.
La narración se nutre de elementos sorprendentes y hasta estrambóticos como pueden ser los menús muy sofisticados en su elaboración, algunos con un toque de ironía evidente según las características de los distintos comensales. También, las características de los clientes varían desde los tipos genéricos, propios de esa clase de restaurante de muchas estrellas, como son los ministros de gobiernos extranjeros, o miembros de una sociedad religiosa, y, además, los clientes que tienen una personalidad más definida en su singularidad, como pueden ser el Niño Pobre Hermoso, , las Ramas Doradas o el Viejo Caballero Negro, cuyos nombres son un completo retrato de cada personaje,
El autor de esta novela intenta utilizar varias técnicas narrativas en la misma obra, usando para ello los diferentes modelos narrativos al narrar los diversos episodios, desde la fábula los relatos de intriga, aventuras y espionajes.
También, Molina Foix parece querer rendir tributo a escritores como Kafka, Borges o Henry James. Todos los recursos del oficio de escritor los utiliza para ir construyendo el andamiaje narrativo como son los sueños, premoniciones, huidas, persecuciones, mentiras, tormentas y otros fenómenos adversos, hilvanando todos ellos con una técnica propia del folletín, utilizando el recurso de lo inesperado y la demora en un desenlace, lo que aumenta la intriga y el suspense. Pero no olvida usar los tonos dramáticos que aparecen en ciertas escenas y ,en otras, un sutil toque de comedia, así como también recurre a la música, la pintura o el cine en muchos momentos de la narración
Las hermanas Gourmet es una obra en la que predomina la fantasía en la construcción del relato, en una perpetua búsqueda, por parte del autor, de la complicidad de los lectores.
La amistad de dos gigantes
La amistad de dos gigantes
Miguel Delibes y Francisco Umbral
Destino. Barcelona, 2021. 448 páginas
Ana Alejandre
La editorial Destino publica en este años la correspondencia de esos dos grandes autores que forma un epistolario de casi trescientas cartas.
Estos dos grandes de la literatura española del siglo XX no podían ser otros que Miguel Delibes y Francisco Umbral. El primero de ellos, apasionado del mundo rural, católico y liberal, su obra se sitúa en el realismo español, aunque no renuncia a ciertos intentos innovadores y experimentales que no pasan de ser meros experimentos y su temperamento era apacible, conciliador y defensor de su intimidad. El segundo, Escritor urbanita, escéptico por antonomasia, amigo de las tertulias, y frecuentador de los salones de la buena sociedad, tímido y vanidoso a partes iguales, con un genio vivo, irritable y provocador y siempre con un pie en el presente y el otro en el futuro, defensor de la ruptura y la continua innovación. Aunque muy diferentes, ambos eran inconformistas natos, melancólicos irredentos pero siempre apasionados.
Miguel Delibes contrató al joven Umbral para escribir en El Norte de Castilla, periódico que representaba un hito de independencia y libertad , siempre en peligro por la implacable censura franquista El veterano Delibes admira el talento del nuevo colaborador. La relación laboral se convierte en una amistad que se acrecienta con el paso del tiempo. La correspondencia entre ambos se inicia cuando Umbral se traslada desde Valladolid a Madrid, buscando nuevos horizontes literarios en la capital.
Entre las cartas que conforman la correspondencia entre ambos, algunas son circunstanciales, pero sin perder cierto aire divertido y con chispa. Otras, sin embargo, son sumamente reveladoras y profundas. Muestran ciertos matices de la personalidad de sus autores y muy poco conocidos, pues se expresan con desparpajo, humor e ironía,
Delibes critica sin tapujos la obra de umbral. Afirma que algunas de las novelas de este son “superficiales y sin esqueleto”. Le da consejos que sea más reflexivo y se contenga en su fluida escritura: porque opina que escribe demasiado. Delibes es también muy crítico con su propia obra y consigo mismo. Admite que puede haberse anquilosado en su propia escritura, por tener un concepto superado y estrecho del género novelístico:. Admite que su estilo sobrio pueda tener menos calado que el descarnado estilo de Umbral y elogia el estilo de este por su plasticidad, agudeza e inspiración, Llega a afirmar que algunos de sus relatos son “piezas maestras”, mientras que Umbral le responde que, a su vez, Delibes es un clásico vivo. También el autor de “Mortal y rosa” reconoce que ´él no es un novelista porque carece del sentido de la novela. Reconoce sus limitaciones para poder desarrollar una acción.
Sus diferentes estilos literarios no hace mella en la amistad de los dos escritores.
Umbral apuesta sin dudar por ese giro: “estamos en un tiempo de mensaje y a mí no me da la gana soltar mensaje. Mi mensaje es que no hay mensaje”. No sin cierta frustración, declara: “no soy novelista, no tengo sentido de la novela”. Se reconoce torpe para hilvanar una acción.
Siente muy poco interés por los hechos, solo por el lenguaje, la digresión, la reflexión al hilo de lo narrado. Se reconocía como un buen escritor sin género- A su vez, Delibes reconoce la decadencia del género novelístico y que apenas le interesa como lector
A pesar de su diferencia de edad, quince años, sus distintos estilos literarios y sus respectivas concepción de la literatura , además de los distintos temperamentos, ambos son supervivientes de las tragedias que llega a sus vidas, la esposa de Delibes muere víctima de un cáncer, poco después de que Umbral perdiera a su único hijo de cinco años, víctima de la leucemia. Umbral se aisló del mundo para sobrellevar la dolorosa pérdida. La correspondencia se interrumpió durante unos meses. Delibes le da el pésame a Umbral, pero este no le envía sus condolencias al primero por su viudedad. Quizás, como defensa a su propio dolor que le hace mantener su actitud sempiterna de provocador para no dejarse vencer por la angustia, Sin embargo, Delibes se ve sumido por la tristeza que le durara hasta su muerte. Umbral, a pesar de ser más joven, fallece antes que su amigo y Delibes consigue enviarle unas líneas a su viuda a pesar de estar enfermo de cáncer de colon y sus problemas de visión, Esa breve carta refleja nítidamente su profunda aflicción.
Umbral admitía, a los cuarenta años, que no había conseguido crear una obra seria. Dudaba de si solo era un mero articulista, o una depreciada versión de Larra o. quizás. un escritor fracasado, aunque no le disgustaba mucho esa última opción, ya que consideraba que un autor malogrado es muy parecido a una sinfonía incompleta, lo que para su dandismo no era un mal destino, pues opinaba que en la derrota siempre se encuentra más grandeza y belleza que en el éxito que , por serlo, es mucho más estrepitoso y chabacano.
Cuando Delibres le critica el exceso de erotismo existente en la obra de Umbral, y este le contesta que para él no representa un recurso frívolo, sino el cauce por el puede llegar hasta la corriente en la que discurre “la problemática de la existencia, como otros le pueden entrar por el trabajo, la política, la religión, la muerte”. Niega por ello la posibilidad de buscar otro camino
Desgraciadamente, hoy se lee muy poco a Delibres y Umbral, al igual que a otros muchos escritores de la segunda mitad del siglo XX. Al primero, por considerarlo como reaccionario y, al segundo, por considerarlo superficial, como es el caso de Umbral. Sin embargos son prosistas excepcionales que intentaron desentrañar las posibilidades del lenguaje para escribir los grandes temas que preocupan a los seres humanos como son el amor, el desamor, la pérdida. la muerte, la esperanza, el desengaño y, en definitiva, la vida y sus múltiples enigmas. Aunque sus lectores no sean muchos, sí son una minoría que aún sigue apostando por la buena prosa, el estilo personal que marca la diferencia, la mirada crítica, el talento narrativo, el ingenio y la belleza. Para los dos la literatura no fue solo una vocación, sino una forma estar y ser en un mundo cada vez más caótico, confuso y hostil.
Las muchas diferencias entre ambos no menguaron su amistad sino que la fueron consolidando y haciendo más cercana, cálida e íntima. Ya no había solo respeto y admiración entre ellos, sino una comunicación entre dos hombres que fueron encontrando el uno en el otro al amigo al que se le puede confesar los problemas, preocupaciones ye inquietudes, Así lo reconoció Delibes en 1969 cuando le escribe a Umbral: “Ni de novio tuve una correspondencia tan activa”, y le responde este con su humor siempre trufado de ironía: “Eres el ligue más largo que he tenido en mi vida”.
Excelente epistolario de dos gigantes de la literatura española del siglo XX que es una auténtica delicia leer y conocer, a través de sus páginas, esas luces y sombras que todos los seres humanos tenemos y que , en estos dos grandes escritores, nos permiten perfilar aún mejor su altura intelectual y humana, iluminando zonas de sombras que, a través de esta correspondencia, quedan al descubierto para una mejor comprensión de quiénes fueron como hombres y escritores que nos dejan así acercarnos para observar a corta distancia, su propia humanidad tan vulnerable como la de todos pero que no les resta grandeza alguna.
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