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Esta Dictadura de Apariencias

Esta Dictadura de Apariencias,

Esta Dictadura de Apariencias, Emociones y Eufemismos

 

Esta dictadura de apariencias.

Esta Dictadura de Apariencias, Emociones y Eufemismos

“Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarlos en la intencionalidad de quienes mienten” Jacques Derrida

Ángel Sanchez García

Distinguir entre lo real y lo aparente es el primer paso para conseguir distinguir entre lo bueno y lo malo, pero para acertar en ello necesitamos averiguar las intenciones, propias o ajenas.

En el campo de las intenciones y los actos que las ejecutan, podemos elegir entre dos pautas de comportamiento: 1) el fin justifica los medios (realismo pragmático) o; 2) los medios califican sus fines (idealismo programático). Podemos acabar destruyendo la felicidad que perseguimos o podemos acabar construyendo la felicidad a la que aspiramos. La diferencia estriba en la mayor o menor justicia que empleamos en alcanzar la felicidad, es decir, en que los medios y pequeñas decisiones que tomamos se ajusten con realismo a una felicidad que espera realizarse ya en el momento presente.

Nunca ha sido fácil distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, lo bueno de lo malo, lo real de lo aparente, lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto. Discernir es un arte, es exigente y estimulante, es imprescindible para forjar un carácter que nos dirija a la felicidad que es gratitud porque la felicidad no solo depende de nosotros, también depende de la felicidad de los otros, y nos dirija también a la paz que es esa calma fruto de la reconciliación con aquello que nos hace sufrir.

Impera lo aparente frente a lo real, lo emocional frente a lo racional, lo dócil frente a lo contumaz. Muchos lo llaman Pos Verdad, y es ingeniería social, es técnica social prefabricada de discernimiento, disolvente de toda libertad de desarrollo personal.

La posmodernidad, con Jacques Derrida de forma destacada, pero también con Lyotard, ha realizado una erosiva tarea de fragmentación cultural y antropológica porque desmitificando ha relativizado absolutos. En la Historia han imperado los mitos, es decir, los relatos (ideas o razones) que en cada momento legitimaban a las élites para imponerse. Para estos autores corresponde al ser humano de-construir, que no es destruir, sino descubrir la intencionalidad de todo aquello que mueve la Historia. En suma, desmitificar las ideologías.

No creo que Lyotard o Derrida fueran nihilistas, relativistas o simplemente carecieran de principios éticos, aportaron algo nuevo a nuestra manera de ver las cosas y por ello creo que son humanistas. Para distinguir entre lo real y lo falso es importante descubrir la intencionalidad. Muchas veces coexisten, no es tarea fácil. Pongo un ejemplo. La Evangelización de América puede considerarse como una justificación, y así fue, para que España sometiese a los indígenas americanos, pero lo cierto es que la Evangelización de América frenó los masivos sacrificios humanos que los indígenas dominantes exigían a sus dominados para agradar a sus dioses. La Escuela de Salamanca en aras de esa Evangelización asentó los primeros principios del respeto a los Derechos Humanos. En nombre de la Evangelización se cometieron barbaridades y se puso fin también a grandes males. Sirvió de excusa a quienes entendían el dominio por la fuerza como instrumento para colmar sus ambiciones, y sirvió también de fundamento para ponerles límites.

Una poderosa herramienta de discernimiento es considerar la recta intención que nosotros u otros emplean en sus empresas. Para ello es necesario cuestionar, que es desmitificar, tanto fin revestido de “buenismo”, que solo sirve de excusa para respaldar intenciones egoístas o supremacistas.

Este es nuestro presente.

La naturaleza humana no ha cambiado, es noble y miserable, pero sigue persiguiendo la felicidad. Lo que sí ha cambiado es la complejidad con la que se persigue esa felicidad. Una vez que se descarta la fuerza bruta como medio para imponerse a los demás, la sociedad a través de los medios de comunicación social, y especialmente sus élites, han elaborado sutiles técnicas de manipulación social para que el ser humano anule su capacidad de discernimiento libre y propio.

Se han perfeccionado las formas en las que las mentiras se presentan en sociedad. Se ha generalizado la mentira, eso sí, disfrazada de apariencia, emociones y eufemismos, es decir, de superficialidad, subjetividad y docilidad.

Como una mentira o un mentiroso no pueden perdurar en el tiempo porque son descubiertos pues abundan las contradicciones y el descaro, se trata de hacer invisibles a discrepantes y delatores, y por tanto es prioritario para ello el control de los medios de comunicación.

Lo peligroso no es que un gobernante actúe así pues en mayor o menor medida las élites siempre lo han hecho, sino que lo hayamos normalizado.

Simplifico si digo que: 1) se distingue a una buena persona de quien no lo es por lo que hace no por lo que dice pues las palabras jamás definirán mejor que las acciones; 2) se distingue a la persona feliz de la infeliz en la capacidad que tenga de sorprenderse y de admitir que lo más importante en la vida es lo que se da y se recibe gratis, es decir, es capaz de amar porque se sabe amado; 3) se distingue a la persona sensata de la insensata en su capacidad de adaptarse a la realidad sin frustrarse y, 4) se distingue a la persona valiosa de la que no lo es en su capacidad de levantarse cuando se cae, de encajar las lecciones, de resignarse a que la vida es una constante lucha por sacar lo mejor de sí mismo sólo cuando el fin merece la pena.

Equivocarse es fácil. Cuando lo entendemos nos volvemos tolerantes. Lo que no podemos es tolerar que la mentira sea una actitud personal o social normalizada porque ello nos encamina inexorablemente al fracaso y a la destrucción.

No es necesario solamente que los buenos no hagan nada para que los malos triunfen, basta con que pierdan su capacidad de escandalizarse, de encolerizarse, de colisionar hasta donde sea preciso con aquellos que se delatan con el paso del tiempo por esas intenciones de las que hablan sus reales, inicuas y groseras acciones.

No hay nada oculto que no llegue a ser descubierto pues por sus frutos los conoceréis. Las intenciones son el semillero de toda acción u omisión personal y comunitaria, y no hay apariencia, emoción o eufemismo que pueda ocultar por mucho tiempo su oscuridad, si a ella respondiera. No es serio ni realista obviar las intenciones propias o ajenas.

Esta pandemia nos ha descubierto que dentro de nosotros mora todo un inquisidor, y puede ser que eso no sea tan malo. Un inquisidor puede descubrir a un hereje, pero también a un mentiroso, a un cretino o a un tirano.

Todo cambio en la Historia o en nuestra Biografía, tiene sentido y/o explicación. Cuando nos falta la explicación porque la realidad la descubriremos con el paso del tiempo y con perspectiva, debemos acudir a la búsqueda del sentido. Los grandes acontecimientos y cambios que vivimos tienen por ahora el sentido que descubren las intenciones de quienes los lideran, y la explicación en todo aquello que les beneficia.

La Historia es una guerra constante de las élites por la obtención del dominio sobre los otros, y toda apariencia, emoción o eufemismo es simplemente una herramienta de control social para el próximo tirano.

La tiranía del siglo XXI será buenista, cientifista, tecnológica y pos humanista, es decir, hipócrita, mitómana, autómata y antropófoba: Tiranía no humana sino artificial.

Esta nueva tiranía es la de unos muy pocos y con mucho sobre otros muchos con cada vez menos y siendo cada vez menos y a su vez muy controlados, porque la Humanidad ha entrado en fase sostenible. Sostenible es un eufemismo de controlado.
La Humanidad sostenible es la nueva realidad que tratan de imponer quienes, con el control de las comunicaciones, de las emociones, y el tecnológico de las acciones, pretenden una vez más en la Historia imponerse a sus semejantes.

 

 

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