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Paseo en junio (Calle del Espíritu Santo)
Calle del Espíritu Santo
Paseo en junio (Calle del Espíritu Santo)
Antonio Machado Sanz
Aquella mañana estaban los dos amigos, Rafael y Jacinto, dispuestos a cumplir con la idea de llegar hasta la Plaza de España, para vigilar las obras, pasando antes por la de los Mostenses. Comenzaron su periplo por la calle de Fuencarral. Cuando pasaron por delante del Vips, Rafael comentó
-¿Recuerdas cuando inauguraron los grandes almacenes Mazón?
-¡Como si fuera ayer! En Navidad, llenaban su enorme fachada de figuras de monaguillos que abrían y cerraban sus bocas al ritmo de villancicos. Los chicos del barrio los contemplábamos asombrados –afirmó Jacinto.
-Fueron los precursores de la actual Cortylandia -reafirmó Rafael.
Continuaron por la misma acera y en el número 97, pasaron por delante de la puerta de madera y cristal que dejaba ver un hall, sobrio, es la Casa Madre de las Religiosas de María Inmaculada, a continuación, la entrada a su iglesia forma una plazuela en la confluencia con la calle de Divino Pastor, donde los niños, a la salida de los colegios jugaban a pídola o las chapas.
-¿A qué no recuerdas como conocía el barrio a esta congregación? -preguntó Jacinto.
-Claro que sí -contestó Rafael-. La llamaban de las sirvientas y era el lugar donde las familias pudientes de la época venían a buscar chicas de servicio, todas ellas con informes favorables emitidos por las monjas.
Dejaron la calle de Fuencarral y entraron en la Corredera Alta de San Pablo y hablaron del cambio tan radical acontecido en los comercios del barrio.
Pasaron por la acera de enfrente del PENTA, local de culto durante la movida madrileña. Justamente por donde estuvo el Bar Paco, lugar obligado en los aperitivos dominicales, con su propietario Paco, que paseaba por detrás del mostrador al tiempo que removía la mahonesa para servir los chipirones que tanta fama le dieron.
Al alcanzar la calle del Espíritu Santo, en el número 2, hubo una casa de una sola planta con un obrador de panadería, y hoy, es un edificio moderno , con garaje, piscina y un establecimiento de comida para llevar, llamado Buenasaña, y que en su inicio fue un gimnasio. El inmueble ahora existente se construyó en 1998.
-¿No era la Tahona del Mico? -preguntó Rafael.
-Sí. Sabías que de esa casa baja salía un pasadizo que, según me contó mi hermano mayor, llegaba hasta la Plaza de España, y que un día, cuando la finca aún estaba en ruinas descubrieron la entrada e inconscientes se introdujeron en él y alcanzaron su final,
-Lo mismo era de los tiempos de Luis Candelas -bromeó Rafael.
-Pues igual lo era -rio Jacinto
En el número 6, se detuvieron para hacer un homenaje a la Pastelería Diadema, que después de cuarenta y cinco años, había cerrado hacía unos días.
En el número 8, miraron la más antigua de las churrerías de Madrid, fundada en 1883, que ha soportado tantos hechos históricos y dolorosos.
En el número 12, recordaron la taberna que hubo hace muchos años, cincuenta más o menos, con unas repisas estrechas a lo largo de sus paredes. Según entrabas aparecía el tabernero y te colocaba tres o cuatro chatos en fila sobre ellas, en tu demarcación.
-Era normal, todos se conocían. Además, el hecho de pagar una ronda no te llevaba a la ruina, era muy barato.
La que continúa abierta al público es la farmacia del número 10, dijo Jacinto.
Y siguieron hablando sobre los antiguos establecimientos. Hoy convertidos en restaurantes. tiendas de objetos para regalos o ropa.
Cuando llegaron a la plaza de Juan Pujol se sentaron en una de las muchas terrazas existentes, pidieron unas cervezas y evocaron sus juegos infantiles en ella y a un joven malencarado que vendía majuelas en un pequeño cesto, utilizaban sus huesos como proyectiles impulsándolos con un violento soplido por medio de las fundas de los bolígrafos.
Rememoraron también la historia de la calle.
-En el reinado de Felipe III, durante la Pascua de Pentecostés, cayó un rayo en unas casas de gente de mal vivir y se incendiaron. En su lugar se levantó una cruz de piedra con una paloma, y como relata Pedro de Répide, se erigió en memoria de este suceso, que piadosamente, se tuvo por demostración de la voluntad divina y esa fue la razón de llamar a la calle, del Espíritu Santo –dijo Rafael, con engolada voz.
-Años más tarde, el rey Felipe IV, sufrió un atentado al pie de la cruz. El alcalde de la época, mandó detener y ajusticiar, en la Plaza Mayor, a los vecinos de las casas colindantes, culpándoles de la muerte de uno de los asaltantes y que, en verdad, fue atravesado por la espada de un acompañante de su majestad. Así conseguían que el honor del Rey quedara a salvo de las críticas del pueblo, ya que el ataque fue perpetrado cerca de una mancebía. Se desconoce si salía de ella o simplemente pasaba por la puerta a su regreso a palacio -añadió Jacinto.
La plaza, ahora existente, fue producto del derribo de unas manzanas de la calle del Tesoro y otra de la del Marqués de Santa Ana. En aquellos tiempos se instaló un mercadillo de viejo y hoy todo el mundo la conoce por el Rastillo, aunque su nombre oficial sea la Plaza de Juan Pujol.
Y acordaron quedar otro día para continuar su periplo hasta las obras de la Plaza de España.
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