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Los Trastamara y la importancia de sus mujeres

Los Trastamara y la importancia de sus mujeres

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Los Trastamara y la importancia de sus mujeres

LOS TRASTAMARA Y LA IMPORTANCIA DE SUS MUJERES

Laura López-Ayllón

JUANA ENRIQUEZ MADRE DE Fernando el Católico.

Américo Castro ya nos dijo, en su libro “Sobre el nombre y el quien de los españoles”, que con los datos, elusiones y silencio ya se puede decir que Fernando el Católico desciende por su madre de la familia judeoconversa que formó Alfonso Enríquez, el hermano de Enrique II, con “Doña Paloma”, (Paloma bat Gedalia), hija de su mayordomo Shelomo ha Zaker Ben David.

Nos dice también que en un Memorial anónimo de la segunda mitad del siglo XVI se dice que el maestro casó con “Doña Paloma, judía de Guadalcanal y que los descendientes fueron numerosos.

Juana Enríquez y Fernández de Cordoba, cuya familia era opuesta a D.Alvaro de Luna, se casó en 1447, antes de llegar a la veintena, con el rey Juan II de Aragón, de 48 años, en un matrimonio aconsejado por el Conde de Castro. El matrimonio se celebró en Calatayud y tuvo lugar tras tres años de espera, ya que los esponsales habían tenido lugar en Torrelobaton en 1443.

La describen como mujer atractiva e inteligente, pero también imperante e intrigante, y, aunque joven condesa de Casarrubios del Monte, era considerada muy capaz de defender sus intereses. Lo demostró a lo largo de su vida, ya que durante mucho tiempo fue acusada de ser la autora del envenenamiento que sufrió su hijastro el príncipe de Viana.

En 1451, Juana Enriquez fue nombrada lugarteniente del reino de Navarra y formó parte activa en la lucha entre los agramonteses y los beaumonteses. Intervino también en las negociaciones entre el rey y la Generalitat de Cataluña que tuvieron lugar tras la protesta del principado por la detención de Carlos de Viana en 1460.

Tras estas negociaciones , Juana firmó en nombre del rey la Concordia de Vilafranca. en la que la Generalitat declaraba príncipe heredero a Fernando, el hijo del rey y Juana, en el caso de que Carlos muriera sin tener hijos.

Su parecido con su nieta, Juana La Loca, era tan notorio que su nuera, Isabel La Catolica, la llamaba “mi suegra”.El parecido es visible hoy en día comparando retratos de ambas. Juana quedó muy pronto huérfana a la muerte de su madre, Marina de Ayala, y su padre la envió a educarse a Toledo con su abuela Inés de Ayala.

Juana tuvo con el rey Juan II otras tres hijas, Juana, que casó con su primo Fernando I de Nápoles, y Mariana y Leonor, que permanecieron solteras.
Era biznieta de Fadrique, gemelo del primer rey de la casa de Trastámara. Enrique II, y ambos eran hijos ilegítimos de Alfonso XI, aunque fue Enrique el que mató a su hermano Pedro el Cruel, el legítimo sucesor, en el campo de Montiel en 1366.

CAMBIO DE DINASTIA

El nacimiento de la nueva dinastía se basa “oficialmente” en el carácter de Pedro I, calificado de “El Cruel” y “El justiciero”, y que, como perdedor, no cuenta con todos los documentos de su reinado como ocurre con todos los perdedores.

Subió al trono de Castilla en 1350 con apenas 15 años, pues era el hijo de Maria de Portugal y de Alfonso XI, aunque su padre vivía hacia muchos con Leonor de Guzman, con la que tuvo muchos hijos bastardos.

Francisco Simon , que estudio su cráneo en el siglo XIX, nos cuenta que Pedro I era un hombre sin bigote ni barba, de frente ancha, ojos vivos y azules, mirar profundo y nariz aguileña. Explica que ceceaba un tanto en el habla y era de escasas palabras, recio y duro en su vida y sobrio en su alimentación. En su corte no habían juglares pero si aperos para la caza, a la que fue muy aficionado.

Por su parte el cronista Pedro Lopez de Ayala nos cuenta que era grande, blanco y rubio, que “ceceaba un poco en la fabla”, que era muy templado y moderado en el comer y el beber, con marcada expresión de dureza, pero lo consideraun psicópata con manía persecutoria.

Moya llegó a calificar a Pedro I de enfermo mental, y le atribuyó rasgos característicos de un psicópata, de modo que se acercó bastaste a la opinión de Francisco Simón un siglo después.

Los historiadores nos cuentan que en el reinado de Pedro corrió la sangre de forma abundante y expectacular, incluso con rasgos de sadismo. En el siglo XVI Felipe II ordenó que se le aplicara el apodo de “el justiciero”, cuando algunos historiadores consideraron que la represión ejercida por Pedro I no fue consecuencia de la maldad gratuita, sino de la estricta aplicación de la justicia que se vio forzado a ejercer en la complicadas circunstancias de la época en que le tocó vivir.

Pedro era defensor de la convivencia de las tres culturas -hebrea, árabe y cristiana-y era enemigo de los que no las defendían, considerando que el no hacerlo se convertía era un permanente atentado contra la omnipotencia doctrinal del papado.

Especial fue su relación con las mujeres, pues casado por compromisos políticos con Blanca de Borbón, a la que hizo pasar pasar muchas penalidades, tuvo después tuvo dos relaciones con mujeres pertenecientes a familias de la nobleza de su reino, María de Padilla, con la tuvo tres hijas y un hijo, que murió pequeño, y Juana de Castro.

Juana le exigió matrimonio, pero la abandonó un día después, aunque de la efímera unión nació un hijo llamado Juan. Más adelante mantuvo relaciones con Isabel, de la familia Padilla, de la tuvo dos hijos, Sancho y Diego, hechos prisioneros por Enrique II.

UNA MUJER CLAVE EN EL CAMBIO DE DINASTIA

Una mujer de la alta nobleza castellana, Leonor de Guzman, conocida como La favorita, fue la que hizo posible este cambio de dinastía, ya que formó con Alfonso XI una relación “marital” y le dio diez hijos, casi todos varones.

Leonor nació en Sevilla el año 1310 en la familia de los Guzmanes, pues era hija segunda de Pedro Núñez de Guzmán y de Juana Ponce de León. Ambos linajes eran de los más importantes de la época en Andalucia, pues los Guzmanes eran señores de San Lucas de Barrameda (Cádiz) y los Ponce de León, de Marchena (Sevilla) y ambas familias habían ejercido cargos cerca de la realeza.

En la época era “normal” que los reyes establecieran matrimonios alternativos con figuras de la nobleza, ya que la unión oficial solo era política, pero pocas veces tuvo lugar una relación tan larga y con tantos hijos.

Con la llegada al trono del hijo legítimo del rey Pedro por muerte de Alfonso XI a causa de la peste negra, Leonor fue detenida y posteriormente decapitada en Talavera de Talavera de la Reina a instancias de la mujer legal María de Portugal en 1350.

Su comportamiento fue siempre fiel al rey, al que acompañó en muchas de sus incursiones como la batalla del Salado, pero también recibíó embajadores y aconsejó a Alfonso XI. La definen como hábil y ambiciosa y cuentan que a lo largo de su relación con el rey acumuló propiedades para ella y sus numerosos hijos.

ENRIQUE II EL PRIMER REY TRASTAMARA

Fue prohijado por Rodrigo Alvarez., Conde de Trastámara, y ese es el nombre que llevará su dinastía. Casó con Doña Juana Manuel contra la opinión de Pedro I y con el apoyo de Francia y Aragón. Reorganizó la Hermandad, y su posición frente a los judíos fue opuesta a la del anterior dando lugar a importantes oleadas antijudias.

Para la legitimización de la nueva monarquía, Enrique II inició una política de alianzas matrimoniales con las coronas de Aragón, Navarra y Portugal, lo que permitió más tarde el futuro matrimonio de su descendiente Enrique III con la Pedro, el Cruel, Catalina de Lancaster.

Los historiadores consideran que el enfrentamiento de Enrique y Pedro representa el enfrentamiento de dos formas de vida, la feudal, que da el poder económico, político y social a los nobles y la burguesía, en la se da a mercaderes, artesanos y juristas, aunque Enrique II defraudó a los grandes nobles, y los alejó de los grandes puestos de gobierno, que fueron ocupados por juristas y nobles de segunda fila.

LA REINA JUANA MANUEL

Casada aun niña con Enrique II, Juana Manuel (1339-1381) era hija del famoso escritor D.Juan Manuel, descendiente del hermano de Alfonso X, y de su tercera esposa, Blanca Núñez de Lara. Escribió “El conde Lucanor”, pieza clave de la literatura española. Juana Manuel fue señora de Villena, Escalona y Peñafiel y recibió de su madre el señorío de Vizcaya.

Juana se mantuvo siempre al lado de su marido en su azarosa vida defendiendo su derecho al trono, y participó en sucesos bélicos como el asalto de Zamora, por lo que se dice que ayudó mucho a su marido a defender el trono.

JUAN I. EL INICIO DE LA UNION

Su hijo Juan por su parte, concertó la boda de su hijo Enrique III con la descendiente de Carlos, Catalina de Lancaster, y su hermano Fernando de Antequera, consiguió el reino de Aragón en el Compromiso de Caspe.

Se casó en dos ocasiones, la primera con Leonor de Aragón, de quien nacieron su heredero Enrique III y Fernando de Antequera, y la segunda con Beatriz de Portugal.

Los historiadores consideran que su figura consolidó la dinastía Trastámara, iniciada por su padre, y explican que limitó las mercedes iniciadas que como rey había concedido.

Por otra parte amplió, en colaboración con las Cortes, la labor legislativa e institucional (creación del Consejo Real). En política exterior tuvo numerosos problemas como la guerra con Francia en la guerra de los Cien Años o el Cisma de la Iglesia Católica.

De su época es también la entrada en España de Juan de Gante, duque de Lancaster, que estaba casado con Constanza, la hija de Pedro el Cruel y que defendía los derechos de su hija Catalina de Lancaster. Al año siguiente se firmó el Tratado de Bayona, que cerró el problema con el futuro matrimonio de los dos herederos, Enrique y Catalina y el pago de una importante cuota.

CATALINA DE LANCASTER. LA REC0NCILIACION.

Catalina, nacida del matrimonio de la hija de Pedro el Cruel, Constanza, con el duque de Lancaster, hijo del rey inglés Eduardo III, fue educada conde acuerdo con el estricto ceremonial de la corte inglesa.

Su madre Constanza había aceptado la proposición de Juan de Gante, duque de Lancaster, y su matrimonio en 1369 le aseguró la estabilidad. Su corte ducal sirvió de refugio a los “petristas” en el extranjero y su marido fue considerado Rey de Castilla.
Catalina de Lancaster pasó entre otras cosas porque se le introdujera sal en la boca, se le mojaran con saliva la nariz y las orejas, y se le impusieran los óleos en el pecho y la espalda. Catalina fue también sumergida en la pila bautismal tres veces del lado derecho, del lado izquierdo y boca abajo.

Se estableció que la pareja contara con el título de Príncipes de Asturias, en lugar del anterior de Infante mayor, a imitación del título instituido en Inglaterra de Príncipes de Gales a los herederos del trono.

El matrimonio tuvo lugar en Palencia pero los protagonistas tuvieron que esperar para consumarlo porque eran muy jóvenes y el futuro Enrique III era menor que su ya esposa.

El matrimonio de Fernando, el hermano pequeño de Enrique, quedó supeditado al de los Príncipes de Asturias, pues debía ocupar el puesto del novio si ocurría algún imprevisto.

No obstante, quedaron establecidos los esponsales de Fernando con Leonor de Alburquerque, conocida como “la rica hembra” por las posesiones que tenía. Fernando pasaría años más tarde a convertirse en Rey de Aragón tras la celebración del Compromiso de Caspe.

Enrique III y Catalina, que se encontraron por fin en Burgos el año 1391, comenzaron su actuación como reyes en 1393 y al parecer se entendieron relativamente bien, aunque siendo ambos de poca salud, tardaron varios años en tener descendencia. La primera hija del matrimonio fue en 1401 la infanta Maria, futura reina de Aragón, y dos años más tarde nació la infanta Catalina.

Catalina comenzó entonces a engordar y a sufrir la “perlesía”, una enfermedad que le provocaba temblores en los músculos, lo que unido a la mala salud de su marido, hizo pensar en las dificultades para obtener un heredero varón, lo que hizo concertar el matrimonio entre su hija María y su primo hermano Alfonso, el hijo mayor de Fernando. A pesar de la situación, en 1405 nació su tercer hijo, el infante don Juan, el futuro Juan II, padre de Isabel La Católica, y su nacimiento fue festejado con torneos y justas.

Enrique III, de carácter grave y triste, es conocido por el sobrenombre de “El doliente” por sus frecuentes enfermedades, y finalmente falleció en 1406, quedando Catalina como regente de Castilla junto a su cuñado Fernando, pero ella defendió y consiguió ejercer la tutoría de su hijo.

La reina y el regente Fernando se llegaron a repartir en un momento determinado el territorio de Castilla sobre el que ejercían la regencia, pero cuando Fernando optó por intentar ser rey de Aragón y, a pesar de que el hijo de Catalina, Juan II, también tenía los mismos derechos o más, Castilla le apoyó mediante cartas.

Catalina influyó positivamente en los contactos con Inglaterra y Portugal, países con los que mantenía lazos familiares, y en el patronazgo de monasterios y conventos, como el de Santa María la Real de Nieva, y aunque se le achacó haber confiado demasiado en dos personajes femeninos de su entorno como Leonor López de Córdoba o Inés de Torres, hoy se revalúa su hasta ahora poco conocida figura.

Cuando la “perlesía” que padecía la reina se agravó, Catalina pidió estar cerca de su hijo, y posteriormente falleció a los 46 años siendo llorada por todos en general según cuenta un cronista.