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Jueves Santo (conclusión)

Iglesia de Nuestra Señora de las Mravillas

 

Jueves Santo (conclusión)

Antonio Machado Sanz

El amable camarero sirvió otros dos cafés y los amigos prosiguieron con sus recuerdos infantiles de Jueves Santo acudiendo a visitar las estaciones de penitencia.

-Una de las iglesias a la que siempre acudíamos mi abuela María y yo era la Iglesias de Ntra. Sra. de las Maravillas. Hay documentación que data de 1202, referida a una primitiva parroquia en una calle que se llamaba de San Justo -continuó Rafael-, entrábamos por la calle de la Palma, puerta clausurada hace muchos años.

En tiempos de Felipe IV la nueva parroquia fue puesta bajo el patrocinio real, todavía se conserva la imagen de Nuestra Señora.

-La siguiente estación era siempre la Iglesia de San Ildefonso. A propósito, -siguió Rafael- ¿sabes que ahora además de ese nombre porta el de los alcalaínos Santos Niños Justo y Pastor desde el año 2016, cedido por la Iglesia de Maravillas, al perder sus parroquianos? En ese año la iglesia perdió su advocación de Parroquia de los Santos Niños Justo y Pastor y fue confiada a la Comunidad de Sant´Egidio, que representa un movimiento de laicos en ayuda de enfermos de sida y de la eliminación, en todo el mundo, de la pena de muerte.

En 1629 se construyó un templo que ardió cinco años después, y en 1809 José Napoleón aprovechó para diseñar una plaza en su solar. Seis años más tarde se levantó una nueva iglesia para honrar a San Ildefonso.

--Pues lo de la congregación de Sant’Edgidio no lo sabía -dijo Jacinto-. Recuerdo su altar mayor cubierto por unas telas negras que no permitían ver el hermoso relieve que lo decoraba “La imposición de la casulla a San Ildefonso”, y el hermoso Cristo, que creen que es del siglo XVII, también oculto tras los paños.

Y volvieron a hablar de lo tétricos que eran los templos con imágenes cubiertas con trapos negros y unos pocos cirios encendidos.

- ¿Recuerdas la placa existente en el lateral de la plaza sobre el matrimonio de Rosalía de Castro? -Inquirió Jacinto. ´

-Pues no me había fijado, sin embargo, si me acuerdo haber conocido a su lado el mercado que estuvo tantos años. Hay una escena en la película “El pisito”, entre la puerta de la iglesia y los puestos de aquel viejo mercado, construido en 1835 , una historia de Azcona, rodada en 1959-. Contestó Rafael.

-Recuerdo que asistí a tu boda hace muchos años -Continuó su amigo

-La estación que no faltaba ningún año era la Iglesia de San Antón –terció Jacinto- de la que ya hemos hablado muchas veces. La conocimos cuando estudiamos en el Colegio de los Escolapios.

- ¿Recuerdas que había dos puertas de entrada? –preguntó Rafael

-Claro, por la calle de la Farmacia los de pago y por la de Santa Brígida los gratuitos, con diferentes aulas y materias.

-Una vergüenza -replicó enojado su amigo

-Durante la guerra incivil fue una checa, -continuó Jacinto- cuando salíamos al recreo todavía estaban las puertas, la de barrotes de hierro y la de entrada totalmente metálica y con una pequeña mirilla.

-Menos mal que entregaron el templo a los Mensajeros de la Paz, del asturiano Padre Ángel García, santo sacerdote que tanto ayuda a los muchos necesitados -citó Rafael y siguió hablando-. Todavía me impresiona que durante la Semana Santa cubrían el cuadro original de Goya, “La última comunión de San José de Calasanz”. El que hay ahora es una buena copia, el original lo trasladó la Congregación al Museo Calasancio.

-Al igual que hace el Padre Ángel, hay otro convento muy próximo a la calle Hortaleza que realiza la labor social de vestir al desnudo y dar de comer al hambriento, es la Congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada.

-No me digas que también terminabais el recorrido en el “Cachito de Cielo”, en la Travesía de Belén, número 1, en un edificio adaptado para ser un convento. Se llamaba así porque la capilla era pequeñita y estaba pintada de azul como el cielo de un hermoso día de primavera.

-¿Cómo te encuentras? -Jacinto preguntó, al tiempo que pedía la cuenta y continuó -reponte pronto que nos vamos a la costa.

Pagaron sus cafés y se retiraron a sus hogares, era la hora de comer.