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Nuestros abuelos conversos españoles
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Nuestros abuelos conversos españoles
NUESTROS ABUELOS LOS CONVERSOS ESPAÑOLES
--Casi todos los españoles tenemos entre nuestros antepasados algún converso.
--El Siglo de Oro del que tanto presumimos no sería posible si quitamos los conversos.
--Las huellas de su situación se mantuvieron hasta comienzos del siglo XX cuando se descubrió en la frontera de Portugal una comunidad paralela que conservaba sus antiguas tradiciones judías
laura López-Ayllón
Conversos fueron llamados los españoles que a lo largo del tiempo pasaron de la religión judía a la religión cristiana y, aunque también existieron en la Edad Media, aumentaron tras la expulsión porque fueron muchos los que decidieron quedarse en la península en lugar de marcharse y no conservar la religión que hasta entonces había sido suya. Y si entre los que descienden de los que se marcharon hay personajes ilustres, como el filósofo Espinosa, la España del Siglo de Oro no existiría si no hubiéramos contado con figuras como Velázquez, Teresa de Jesús, fray Luis de León, Góngora o Luis Vives.
Para abordar el problema seguiremos los libros de Julio Caro Baroja, “ Los judios en la España Moderna y Contemporánea”, de Angel Alcalá, que abordó extensamente el tema en “Los judeoconversos en la cultura y sociedad española” y el tremendo trabajo que puso en marcha Pilar León Tello al abordar en un libro todos los documentos en los que se mencionaban judíos de Toledo.
Vamos a intentar afrontar el problema desde la Edad Media, en la que también existieron las conversiones, hasta después de la expulsión, pues el problema del converso se hizo muy difícil al tener en algunos casos que abandonar sus antiguas costumbres por la vigilancia extrema que supuso la Inquisición.
Pablo de Santa María merece una mención aparte porque pocas veces se pasa de ser un gran rabí de Burgos con el nombre de Selomoh ha-Leví(1350-1430)
(antes Schlomo ben Jitzchaq ha-Leví), a ser obispo de Burgos conocido como el Burgense. consejero de Enrique III, poeta, historiador español hispano-hebreo y comentarista bíblico.
Su mujer se convirtió años después de él y entre sus numerosos hijos destacó Alfonso de Cartagena, educado en Salamanca, que fue humanista, diplomático e historiador. Tanto él como su padre fueron autores de numerosos libros.
Entre su descendencia figura también Isabel Osorio, dama de la corte de la reina Isabel y sus hijas y según los historiadores, el gran amor de Felipe cuando todavía no era rey.
Los marranos se nombran por primera vez en las cortes de Soria de 1380, en las que se prohibió expresamente que se les llamara marranos o tornadizos. Marranos, según Netanyahu, proviene de una palabra hebrea numar-anus castellanizada luego.
Entre los judaizantes tras la expulsión circulaban libros de oraciones judaicas, pero el principal detonante del odio popular que provocaban no fue religioso, nos dice Alcalá, sino el resentimiento por la posición eminente que judíos y conversos iban ocupando en los altos niveles socio-económicos de Castilla y Aragón. La solución se centró en dos medidas, la creación de la Inquisición de conversos en 1478 y la expulsión de los judíos el año 1492.
En la conversión hubo muchos que adoptaron los nombres de los padrinos, otros los relacionados con el cristianismo que abandonaban -San Martín, Santo Tomás etc, o las características físicas del converso -rubio, moreno-.
Alfonso X intentó acercar a los judíos al cristianismo pensando que su conversión sería posible ya que la ley mosaica había sido el fundamento de la cristiana y, dentro de esta línea, no los obligó a convertirse sino que espero que la atracción viniera con los buenos ejemplos y el rey decretó que pudieran mantener su patrimonio.
La legislación era muy diferente si se trataba de pasar del cristianismo al judaísmo porque en este campo el rey se acercó a la ley visigótica y el que se pasaba al judaísmo era condenado a muerte, lo que ocurría también en el caso del adulterio con una cristiana.
Lo que conocemos como “Escuela de traductores de Toledo”, bajo el auspicio en su primera etapa del Arzobispo don Raimundo (1125-1151), encontramos a uno de los primeros conversos conocido, el famoso Avendaut, Selomoh ben Daud, luego Johannes Hispalense o Hispanus el que trabajo en colaboración con el arcediano Dominico y que colaboró también con el famoso Gundisalvo.
En el campo de la medicina, esta ciencia fue considerada como la mas prestigiosa entre los judíos primero y entre los conversos tras la expulsión. Además la gran figura del judaísmo, Maimónides, fue un gran médico. En este campo sabemos que en la batalla de las Navas de Tolosa Alfonso VIII contó con el médico judío Josep Alfakar, y que el padre de Fernando el Católico, Juan II, fue operado por el judio Crescas Abiatar, pero no fue hasta años después cuando los descendientes de conversos se convirtieron en las altas figuras del ejercicio de la medicina española.
Entre los conversos de los primeros tiempos figura Samuel Abrabanel, cortesano con Juan II que se convirtió al cristianismo adoptando el nombre de Juan Sánchez de Sevilla.
La revuelta de la Magdalena que tuvo lugar en Toledo en 1391 comenzó con la lectura en la catedral de una sentencia de interdicción contra la ciudad y su alcalde mayor, el converso Alvar Gómez, antiguo secretario de Enrique IV y señor de Maqueda, por haber impedido que unos judíos acudieran a pujar en la subasta de las rentas que el cabildo poseía en esta villa.
En el Toledo de 1391, cuando terminó la revuelta de la Magdalena, los judíos siguieron teniendo los mismos puestos que tenían antes de los hechos, y, de este modo, los hijos de Cag Aben Cajal tomaron nóbres diferentes cada uno como Francisco Vázquez, Alonso González y Alvar Rodríguez.
En este conocido problema toledano se anularon las constituciones, las cofradías y hermandades en las que no se admitiesen conversos o en las de conversos que no admitieran a cristianos viejos.
Consecuencia del tumulto toledano fue también el hecho de que el cardenal Mendoza promulgara un Catecismo para los conversos por considerar que carecían de suficiente instrucción cristiana. En esa situación los reyes acudieran al Papa para que se estableciera en Castilla un tribunal eclesiástico con facultad para reprender por la vía jurídica a los herejes y apóstatas.
En este famoso año, 1391, la aljama de Valencia, era considerada, nos cuenta Alcalá, “como un gran banco que controlaba la mayoría del capital cristiano”, pero la situación de dependencia económica se enmarañó con la religiosa cuando se entró en la judería, provocando la muerte produjeron abundantes conversiones en el resto.
Años después, en 1493, nació en ella
Su padre, quizá para huir del ambiente antijudío de Valencia, lo envió a París desde donde pasó a Brujas, ciudad en la que existía una gran colonia de emigrados conversos valencianos . Posteriormente dio clase en la Universidad de Lovaina durante cinco años y luego fue nombrado tutor de la reina inglesa María Tudor.
Juan Lluis no volvió a Valencia, entre otras cosas porque su madre fue acusada por la Inquisición y en la casa de una tía se había encontrado una sinagoga clandestina, a pesar de que se le insistió posteriormente en ello.
Hoy puede estudiarse como fue la judería de Valencia siguiendo un libro
publicado por Vives desde fuera de España, aunque su vivienda fue demolida y junto a ella unicamente una pequeña plaza esta dedicada a su mujer, Margarita Valdaura, y un escueto recuerdo en una pared pintada nos recuerda que allí nació uno de los europeos más importantes de su época.
De cultura erasmista son también los conocidos hermanos Alfonso y Juan de Valdés, educados por Vives, un hombre que había sido formado por el mundo judío y el cristiano, que decide defender su nueva religión, aunque fuera de España.
Considera Alcalá que para entender a los Valdés hay que notar el peculiar ambiente social, étnico y universitario en el que se formaron, así como la acusación que sufrieron por impedir supuestamente la actuación del Santo Oficio.
De la expulsión a la muerte de Fernando el Católico, forman parte una generación de conversos de cultura renacentista, como las obras de teatro de Juan de la Encina, o Torres Naharro, las novelas “Cárcel de Amor” de Diego de san Pedro o “La lozana andaluza” de Francisco Delicado, así como varios de los poetas.
En el campo de la cartografía, sobretodo de la mallorquina, dominada por Colónpara llevar a cabo el viaje se suma la muy importante colaboración realizada por personajes como el judío Samuel Abrabanel que fue el que prestó un tercio del dinero necesario para la expedición, así como las aportaciones de otros judíos convertidos caso de Luis de Santangel. Estos judios fueron los que se dirigieron a para evitar que fuera a Portugal.
La bula fundamental para el establecimiento en 1478 de la inquisición dejaba competencia de los reyes el nombramiento de inquisidores. El excesivo rigor de estos primeros inquisidores provocó que llegaran a Roma las quejas de los convertidos y que en la siguiente bula se dispusiera que los inquisidores debían estar de acuerdo con los obispos de las diócesis.
En 1485 cuando todavía regía la diócesis de Toledo el cardenal Mendoza tuvo lugar la oposición en la ciudad a la Inquisición, pero los responsables del complot se opusieron a la abjuración. Se trata de una conjura de conversos, gracias a la cual sabemos que uno de los que acudieron a reconciliarse en esta ocasión fue JUAN SANCHEZ DE TOLEDO, abuelo de SANTA TERESA.
Es necesario recordar que en ésta época se produjo un importante movimiento de alguna forma migratorio pues los conversos recientes emigraban a veces de una zona a otra para no ser reconocidos y esto es probablemente lo que hizo emigrar a un comerciante toledano a la ciudad de Avila, donde nació su nieta.
Otro de los conversos importantes de Toledo fue el tipógrafo Juan de Lucena, nacido en 1440 y uno de los primeros impresores de libros hebreos que era hijo del cristiano nuevo y casado con otra judeoconversa, que estableció la primera imprenta en la Puebla de Montalban.
De la Puebla de Montalban fue otro famoso converso, FERNANDO DE ROJAS, que luego fue alcalde mayor de Talavera, y cuya autoría de la famosa obra LA CELESTINA fue reconocida por su suegro en un proceso de la Inquisisión.
Angel Alcalá nos puntualiza que el intelectual judeoconverso, mirado con recelo por la Inquisición, que había expulsado a sus hermanos de raza y religión, se mueve entre dos aguas nadando por mantener levantada y airosa la cabeza para no ser engullida por ellas. Añade que se esforzó desde el principio en español, no en hebreo, su peculiar visión del mundo que le rodeaba, emulando la contribución que sus antepasados judíos habían hecho a la cultura española.
Alcalá puntualiza que la influencia del converso en la literatura de esta etapa
no es muy notable en cuanto a literatura pero si enorme en cuanto a las actividades profesionales.
En cuanto a la tipología de los conversos de esta época, Alcalá nos explica que unos son los judeoconversos que al menos en el exterior son defensores acérrimos e incluso perseguidores de judíos (Pablo de Santamaría), reformadores de la espiritualidad (Teresa de Avila) o de la literatura (Rojas o Encina), pero también otros relativamente heterodoxos como Juan de Valdés o semi-agnósticos como su hermano Alfonso.
Otro grupo de judaizantes es el que se mantiene judaizantes en casa o encerrados en monasterios como ocurrió en el Guadalupe e incluso dispuesto a ser martir judío.
El tercer grupo es el de los que se mantuvieron vacilantes entre las religiones con actitudes sincretistas como el valenciano Pedro Besant de Orihuela.
El cuarto grupo corresponde a los conversos escépticos que se manifestaban ateos o claramente desinteresados de la cuestión religiosa.
Fray Luis de León fue en el siglo XVI el judeoconverso de más alto grado intelectual que el Santo Oficio obligó a comparecer ante sus tribunales y mantuvo encarcelado varios años y su historia tuvo lugar cuando los procesos se basaban en la ascendencia judia aunque fuera mínima, porque consideraban que eso bastaban para ser sospechoso de judeoconverso.
Recuerda Alcalá que no se ha demostrado que Cervantes fuera judeoconverso
Cerramos con la historia que vivió el ingeniero de minas judío polaco Samuel Schwarz cuando, según cuenta Caro Baroja, fue destinado en 1917 a Belmonte, en la frontera de Portugal para ejercer su profesión. Acudió a una tienda donde le avisaron de que no fuera otra de la localidad porque eran judíos. El ingeniero conectó con familias judías que habían mantenido costumbres y oraciones judías sin saber que existieran otras que hubieran hecho lo mismo.
Edición nº 58, enero/marzo de 2022