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La Ciencia del Mal

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La Ciencia del Mal

La Ciencia del Mal

Ángel Sánchez García

«Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez». (Philip J. Hanlon)

El origen de la cita de cabecera es humorístico y no científico. Sin embargo, su significado no es anodino, puede explicar muchos malentendidos y también acontecimientos históricos. Tenerla en cuenta puede evitarnos tanto agotadores conflictos como sesudos análisis.

Muchas veces atribuimos a las palabras o acciones de los demás una mala intención cuando en realidad no la hay, y lo que hay, es sencillamente una falta de habilidad o un no saber hacer las cosas mejor. Maldad y estupidez están ligados estrechamente, y su combinación es letal. Podemos prevenirnos frente a las malas personas, con evitarlos puede bastar, pero es difícil evitar a los idiotas pues no se cansan de serlo.

En su contexto histórico de denuncia y resistencia frente al nazismo, dos grandes intelectuales alemanes, Hannah Arendt y Dietrich Bonhoeffer, reflexionaron acerca de las razones psico-sociales que permitieron en la sociedad alemana el ascenso y permanencia en el poder de los nacionalsocialistas.

Hannah Arendt (1906-1975), con su expresión “la banalidad del mal”, explicaba cómo un sistema político puede trivializar el exterminio de seres humanos en base al uso de una burocracia formada por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos. Para Hannah Arendt la maldad y no la estupidez, fue el factor decisivo que explica el éxito del nazismo en la sociedad alemana. La sumisión irreflexiva a la autoridad explicaría la falta de conexión de los actos con sus implicaciones morales. El principio de obediencia y no el de conciencia, explicaría que una sociedad culta como la alemana, fuera o cómplice o pasiva con los crímenes perpetrados por el régimen nazi.

Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) sin embargo atribuía a la estupidez, y no a la maldad, esa pasividad o complicidad de la sociedad alemana con los nazis. Para él, la estupidez es un enemigo del Bien más peligroso que la malicia y, ello porque mientras frente a la Maldad los individuos racionales pueden rebelarse, frente a la Estupidez los individuos dejan de ser racionales y se vuelven serviles y gregarios. La persona estúpida está satisfecha de sí misma y es por ello que, no hace (auto)crítica, no tiene criterio, no escucha, no razona. La persona estúpida también se convierte en herramienta de quien ostentando el poder, lo seduce con su fabulosa maquinaria de propaganda, fomenta su conciencia de superioridad y, anula con sus adulaciones todo sesgo en ella de pensamiento propio y raciocinio, en suma, de visión objetiva de sí misma y de su realidad. La estupidez es contagiosa, cómoda, no navega contra corriente, y es alimentada con una hipnótica forma de ejercicio del poder, llamada propaganda. Para Bonhoeffer la persona estúpida no puede curarse a sí misma, necesita ser liberada desde fuera mediante la destrucción del sistema que le mantiene bajo hipnosis.

Para cerrar este círculo de cómo explicar la presencia del Mal sociopolítico desde un punto de vista no teológico, habría que referirse a un fabuloso autor polaco, Andrzej Lobaczewski (1921-2008), psiquiatra, sociólogo, víctima del comunismo y por ende, ponerólogo. La Ponerología es una ciencia que desde un punto de vista científico estudia el Mal (poneros en griego) adaptado a propósitos políticos. Desde su punto de vista y como psiquiatra, establece que en épocas de injusticia se instaura lo que él llama Patocracias, que es el acceso al gobierno de los que él llama Psicópatas Esenciales, seres carentes de empatía que se apoyan en Carecterópatas (entre otros idealistas esquizoides, delincuentes comunes, violentos o no), que son seres que o fascinados por estos gobernantes o seducidos y partícipes de su corrupción y violencia, se instalan en las instituciones civiles y políticas a fin de servir como correas de transmisión de esa Patocracia de elites formada por Psicópatas Esenciales con facultades de gobierno. El éxito de esta Patocracia, la cual cuenta con la insalvable presencia de psicópatas (incurables) en la sociedad que llegan al poder, se explica mediante el fenómeno de la Ponerogénesis, que es el paulatino proceso de envilecimiento y corrupción social en el que se pervierten la moral, las costumbres y las instituciones, y para lo cual es indispensable que personajes corruptos (caracterópatas) ocupen las instituciones civiles y políticas.

Quizás debido a influencia en la cultura de los acontecimientos de “Mayo del 68”, nos hemos acostumbrado a distinguir entre personas idealistas y realistas y no a distinguir entre malas y necias. Se suele asociar a la persona idealista con la bondad, a la realista con la maldad. Una te invita a una fiesta la otra te saca de ella. Una puede pretender cambiar el Mundo a mejor aunque sea “matando a todo el mundo”, la otra puede pretender que el mundo no vaya a peor conservando lo mejor de él.

El Mundo (o el Planeta como lo denominan hoy) se convierte en patrimonio de los idealistas, y la Tierra (que se pisa) se convierte en la patria de los realistas. Está habiendo dos fuertes temperamentos enfrentados en nuestra cultura. El que adopta el pesimista antropológico disfrazado de idealista. El que adopta el optimista (o escéptico) antropológico disfrazado de realista. Sí, están aquellos que creen que este mundo se va a la mierda porque nos lo merecemos, y aquellos que quieren conservar el mundo tal como lo conocemos. Pos-normalidad versus normalidad.

A lo largo de su Historia, el Mundo ha ido cambiando gracias a los idealistas pero siempre lo han salvado los realistas (y menos mal). Idealista fue Cristóbal Colón, pero también Hitler o Stalin, que también invocaron el progreso. Hay “Genios” que pretenden llevar el Mundo a una dirección (la del progreso dicen), cuando la gente decide ir por otra (la de la supervivencia), siendo esta actitud afortunadamente la mayoritaria. La audacia y la genialidad no pueden ser confundidas con la actitud de muchos de querer amoldar el Mundo a sus ideas, de pretender hacer un Mundo a su medida, de pretender que sus semejantes comulguen con ruedas de molino. Cuando eso pasa llega la Injusticia.

Nadie puede construir un mundo mejor cuando le sobra la Humanidad, cuando tiene una actitud pesimista de la condición humana, y cuando se convierte en Anti-humanista. Nadie tampoco puede salvarlo sin ser optimista respecto la condición humana, es decir, sin ser un Humanista.

El anti-humanista se ha convertido en el idiota útil del patócrata transhumanista. El Transhumanismo es esa nueva corriente de pensamiento de las elites que imagina un Mundo en el que impere la inteligencia artificial y la robótica como instrumentos de poder y del control de unos pocos respecto de muchos y extinguibles. China es un buen modelo de este nuevo modo de ejercer el poder y lo que llaman Agenda 2030 es su modelo de implantación en occidente.

La Pandemia que ha instaurado una Nueva Normalidad, ha ocasionado una dura confrontación entre obedientes resilientes y rebeldes resilientes, entre estúpidos gregarios y lúcidos libertarios, entre patócratas sin escrúpulos y ácratas con recursos.

Inmersos en plena IV Revolución Industrial, la de la robótica y la inteligencia artificial, el futuro inmediato se decide entre Humanistas y Transhumanistas, entre quienes se resisten a ser suplantados y quienes quieren suplantar, entre quienes quieren seguir siendo lo que siempre han sido, biológicos e imperfectos, humanos, y quienes aspiran a ser muchos menos, superiores y gracias a la tecnología, eternos. Y esto, es un nuevo capítulo en la Historia de la Humanidad.

 

Edición nº 58, enero/marzo de 2022