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El peregrino y los viajes medievales

El peregrino y los viajes medievales

Estampa de los viajes medievales Los viajes medievales

 

El peregrino y los viajes medievales


Laura López-Ayllón

Alfonso X nos cuenta en las Partidas que los romeros y peregrinos son hombres que hacen sus romerías y peregrinajes por servir a Dios y honrar a los santos y para eso dejan sus hogares y a sus familias y van por tierras lejanas lacerando sus cuerpos y el peregrino que van a lugares donde estuvo Cristo, pero ambos conceptos se confundieron desde el principio.

Se dice también que los peregrinos pueden moverse por motivos muy diferentes no siempre nacidos de su voluntad. El móvil más específico es la devoción, pero la mayoría buscaba la satisfacción de sus culpas, el cumplimiento de un voto o el alivio de enfermedades o miserias físicas
como la cura de la vista, la lepra . En ocasiones se realizaba por obligación de testamento o contrato a personas que lo hicieran por los interesados a cambio de dinero o por ir a pedir el cese de una calamidad que afectaba a su ciudad.

Otro tipo de peregrinación es el que en realidad buscaba en la peregrinación satisfacer su curiosidad por conocer gentes y países extraños o, en último caso, para el mejor desarrollo de sus negocios.

Los peregrinos debían enfrentarse a verdaderos bandidos, criminales organizados que les tendían acechanzas y a otras gentes que les estafaban haciéndoles pasar por clérigos o les pedían dinero para celebrar misas por sus pecados que luego no eran efectuadas. Puede decirse que, con el tiempo, la peregrinación fue cada vez más en refugio de vagos.

Según explica Amparo García Cuadrado, el peregrino vestía al principio la ropa del viajero: calzado fuerte y cómodo y un abrigo no demasiado largo para no estorbar el juego de las piernas. Vestía asimismo una esclavina para el frio y el agua y un sombrero casi siempre redondo y de ala ancha hecho de fieltro. Más adelante el peregrino acabó vistiendo un hábito que le facilitaba el acceso a la caridad de proporcionaban los hospitales y conventos y a la hospitalidad privada de gentes piadosas.

Se protegían íntimamente con calzas, bragas y camisas, que podían ser margomadas con bordados o “encordadas” o con cintas laterales.

La esportilla y el bordón también eras inconfundibles en los peregrinos. La primera era un saquito de piel, generalmente de ciervo y no atada con cordones que se vendían en la puerta norte de la catedral y que en Santiago llevaban a veces la concha o venera y que muchas veces era tan pequeña que a veces parecían más un monedero que una alforja. El tipo más corriente era rectangular con tapa cerrada a veces con correa y hebilla.

El bordón o bastón del caminante servía no sólo para defenderse de lobos y perros sino también para ayudarles en el apoyo y la caminata en sitios difíciles. Era un palo redondo terminado en un pomo que a veces es doble del que cuelga la esportilla. La concha o venera se prendía habitualmente en la capa era de las que abundan en Galicia pero tiempo después se fabricaron de plomo y estaño.

Entre los abusos de los posaderos, figuran entre otros el hacerse pasar por familiares para contactar con ellos y darles vino malo por bueno, usar medidas y pesas falsas, exigir primas por la cama en momentos de falta de alojamiento o emborracharles para robarles las pertenencias. También les estafaban vendiéndoles cirios falsificados con grasa de cabra y cociendo con la cera habas despellejadas.
En otras ocasiones yendo a sus lugares de origen con objetos robados a los peregrinos o engañándolos con los cambios de las monedas.

La SAYA COMPAÑERA DEL ROMERO.

El romero o peregrino, tanto si es hombre o mujer, viaja vestido en general con una SAYA, que le cae hasta la media pierna, tiene mangas estrechas y va sujeta con una cuerda o un cinturón. Era de dos tipos, una que se conoce como “hendida” va con apertura en la falda lo que permitía subirla y recogerla en la cintura para tener más movimiento y evitar su deterioro. La otra se conoce como”encordada” y era usada por una clase más pudiente que la anterior. Se llamaba así porque unos cordones en uno de sus costados permitía ceñirla al pecho y la cintura.

Sobre esta pieza el romero solía llevar garchacha o tabardo y en ocasiones un manto o capa.

El PELLOTE era un abrigo confeccionado con dos telas, y entre ambas una piel. Defendía del frio pero no tenía mangas y sus aperturas laterales llegaban a la cintura. El cuello era circular con pequeñas apertura en el escote.

La GARNACHA era también una prenda de abrigo amplia y cómoda con posible forro de piel con mangas que solo cubrían el antebrazo y unidas unidas al cuerpo y un capuchón en la parte trasera del cuello. Unas llevaban mangas y otras eran escotadas.

El TABARDO era prenda de abrigo con mangas largas y con la GARNACHA, el MANTO hombre
y la CAPA protegían del frío a los pudientes.

Como ropa interior el romero llevaba calzas, bragas y camisa. Las calzas, llevadas por los hombres, cubrían el pie, la pierna y medio muslo y según la condición social, podían ser de distintos colores, y se llevaban encima de las bragas anudadas mediante dos cintas que pendían del braguero. En otras ocasiones iban enrolladas bajo la rodilla para mayor movilidad.

Las bragas eran un calzón de la rodilla a la cintura y debían sujetar las calzas con un cinturón o braguero y sobre ellas iba la camisa con distintas versiones según la clase social como ya se ha dicho podía ser margomadas o encordadas.

El romero ese protegía del suelo con zapatos, el llamado “de hebilla”, “la zapata de tipo abotinado” o “la huesa”, de tipo botín y eran tan importantes que a veces existían en hospitales, como sabemos que había en Roncesvalles, y porque en ciertos testamentos se asignaban dineros para reparar los zapatos del romero.

En la cabeza llevaban cofias o casquetes esféricos, el capirote que solía utilizarse con la garnacha o toca en el caso de la mujer, pero el mejor identificado es el sombrero de viaje, tocado con alas y llamado “sombrero” en Castilla y “capell de sol” en Aragón. Iba sujeto al cuello con un cordón y su copa era esférica y relativamente baja. Sus alas caídas formaban una especia de visera protectora de las inclemencias del tiempo. Algunos personajes de clase alta lucían un birrete en el caso de los hombres y un capiello con barboquejo en el de las mujeres.

Recordar también el zurrón o saquito con cuerdas y la cebadera que cuelga del arzón del jinete, la limosnera, la calabaza y el bordón.



LOS CAMINOS POR LOS QUE IBA EL ROMERO

El romero recorría pasos naturales, ramblas, margenes de río o faldas de los montes, vadeando corrientes de agua como le ocurrió a una familia perdió a un pequeño al resbalar la bestia y caer al agua. Otros peligros eran las tormentas y los rayos, que mataron a un peregrino que acudía a. Montserrat.

La ponencia de Amparo García nos sigue diciendo que el peligro de las rutas más cortas obligó a los romeros a elegir otros caminos aunque fueran más largos.
Los que roban o asesinan al romero son definidos en las Cantigas como hombres desesperados y malos que andan a veces vestidos como religiosos, peregrinos o labradores.

LOS REYES INTENTARON DAR A LOS ROMEROS PROTECCIÓN JURÍDICA

El escarmiento establecido dependía de la gravedad del delito, siendo en ocasiones la devolución de lo robado y otras veces la pérdida de las orejas o de las manos.
Las leyes castellanas defienden que el romero debe poder circular en libertad y les otorga el beneficio de no pagar portazgos por el paso por determinados puntos del camino, lo que provocó que algunos mercaderes se hicieran pasar por romeros.

LAS ENFERMEDADES

La falta de higiene, la mala calidad de la comida y de la bebida y la fatiga del camino provocaron enfermedades en el romero, pero otras muchas veces el romero porta una enfermedad importante
como la lepra, considerada como una maldición.

El enfermo de lepra era declarada por un cura desde el púlpito, lo que le forzaba a mantenerse aislado, y al domingo siguiente le aguardaba el párroco en la puerta de la iglesia, le rociaba con agua bendita, celebraba una misa por el enfermo y luego le acompañaban en procesión a la leprosería, en la época un cercado de cabañas. El enfermo no podía, según las ordenanzas, tocar cosas si no era con un bastón, comer con personas no leprosas, no contestar a personas aunque fueran preguntados, ni circular por caminos anchos donde iban otras personas.

Se considera que la aglomeración de peregrino en albergues y hospitales pudo contribuir a propagar epidemias teniendo en cuenta la falta de higiene existente en la época, aunque se sabe que en Roncesvalles a los peregrinos se les lavaba el pelo y después se les cortaba y que en otra se le hacía sacudir los vestidos encima del fuego.

Las epidemias de tifus debían propagarse mucho ya que muchas veces ni en los grandes hospitales podían librarse de la suciedad, a pesar de que se establecía que la casa del administrador debía estar muy limpia y que las camas de los peregrinos debían estar“limpias y bien compuestas”.

Por otra parte las peregrinaciones contribuyeron también a la evolución de la medicina, ejercida no solo por monjes sino también por médicos laicos y es en el siglo XII cuando se agrupan en cofradías y cuando se lleva la medicina a las universidades

Otro aspecto de las rutas es el hospedaje pues existía la obligación de dar posada al peregrino, lo que provocó la existencia de hospitales por parte de la Iglesia, muchos montados sobre pilares de madera y de albergues y hospederías cuya dedicación se mostraba en las puertas, pero en otras era el propio hospedero el que salía a buscar a los romeros al camino de modo que en ocasiones el peregrino se veía obligado a dormir en pajares o cuadras.

En los hospitales caritativos. el peregrino recibía mejor trato como el Hospital de Villamartín, cerca de Carrión, o en el de San Miguel, en Pamplona, que en el siglo XIII ofrecía a los peregrinos además de pan un plato de verduras, carne o legumbres de modo gratuito, mientras que otros solo proporcionaban pan y vino.

Las hospederías no gratuitas exigían pago por la alimentación que en muchos casos era abusivo. Frente a estos comportamientos se dictaron leyes y se impusieron multas a los que no las cumplían.

Los peregrinos buscaron formas de eludir estos comportamientos como no guardar dinero en la limosnera y coserlos a las mangas de su saya, aunque de ahí también los robaron en ocasiones.
Otra forma de eludir los abusos fue para los romeros formar grupos o llevar armas.

COMO VIAJABA EL PEREGRINO.

A pesar de que el peregrino solía viajar a pie, en ocasiones iba sobre animal de carga o albarda o sobre animal de silla acémila o caballo. También lo hacían sobre mulos que eran baratos y relativamente cómodos.

La mujer solía ir sobre el animal con el niño en el regazo mientras que el hombre iba a pie y vestido de caminante, aunque en ocasiones encima del animal se transportaba una caja bien atada que transportaba un niño muerto del que se pedía la resurección al hacer la romería.

El animal se sujetaba mediante una albarda provista de ataharre que impedía que el aparejo se desplazara hacia delante, y encima una manta y un correaje sujetaba la cabeza del animal y permitía su control. Cuando se disponía de caballo como cabalgadura, aunque no era muy habitual por su carácter nervioso, era por personas que gozaban de estatus y dinero. En cualquier caso iban bien ensillados y cinchados y llevaban silla de arzón aunque en ocasiones, por ser más cómodo, la silla no era demasiado alta. En la cabezada iba la muserola, la brida y el bocado.

Los alardes de los que en ocasiones hacían gala chocan con las leyes que se impusieron
en las leyes suntuarias según recogen las Cortes Castellanas de 1258.

También existen peregrinos que viajaban en carro o en andas. El carro era una carreta de madera tirada por dos bueyes y con ruedas ferradas que permitían mejor adherencia al terreno. Era utilizado en general para transportar enfermos en busca de curación.

Otra forma de transporte para los enfermos eran las andas ya que los porteadores permitían amortiguar el traquetreo. En el viaje de la madre de Alfonso X, Beatriz de Suabia, cuando lleva a su hija Berenguela al monasterio de Las Huelgas, las andas van cubiertas por una estructura de tela a modo de tienda para resguardar del sol, de la lluvia o del viento.

En otra Cantiga se nos muestra el sistema de andas para trasladar unas reliquias encima de una superficie rectangular sobre dos largos palos.

EL ROMERO TAMBIEN IBA EN BARCO

No eran tan infrecuente el uso de barcos de proporciones intermedias como carraca, nao, galera, fusta, belener, piño, piñaca o carabela, galera, nao y batel. En todas ellas se combatían peligros como las tormentas, el oleaje embravecido o el fuego.

En los barcos se contaba con un escribano para registrar todo lo que se embarcaba y garantizar así el interior aunque no podían evitar si eran atacados por gente de la costa. La dieta del barco era carne salada, legumbres y queso, así como ajo y cebolla.

 

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