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Azuaga y su historia
Iglesia del Cristo del Humilladero de Azuaga
Introducción
Ana Alejandre
Siguiendo con la relación de iglesias de Azuaga, no podía faltar la referencia a la iglesia parroquial del Cristo del Humilladero. Por tratarse de un edificio religioso y, además histórico, hay que seguir lo dicho en la excelente obra titulada “Azuaga y su arte”, de varios autores -ver referencia al final de este texto-, editada por el Ayuntamiento de Azuaga. Por ello, este artículo se atiene, en general, a lo dicho en la mencionada obra en cuanto a las referencias arquitectónicas, artísticas, históricas y religiosas, de las que se extractan aquellos datos más relevantes para no hacer demasiado extenso este texto.
Como azuagueña que soy y de lo que me honro, es para mí un honor, un placer y una profunda emoción escribir sobre Azuaga, la hermosa, grande, hospitalaria y rica villa en la que nací y lo hicieron mis antepasados y en la que viví pocos pero maravilloso años que han dejado su huella en mi recuerdo y en mi nostalgia por aquel paraíso perdido en el que se condensan los mágicos años de la infancia.
Se hace hincapié en que, después de una pequeña introducción en la que se sigue a grandes rasgos lo dicho en el mencionado libro, se transcriben párrafos de dicha obra que definen las características de este templo, estando dichos párrafos entrecomillados y con diferente tipo de letra. Por ser descripciones arquitectónicas, artísticas, históricas y religiosas nada mejor que dejar hablar a los especialistas en dichas áreas del conocimiento,
Iglesia parroquial del Cristo del HUmilladero
Cristo del Humilladero
El Cristo del Humilladero, templo que, aunque fue erigido como ermita y está considerada como la más importante de Azuaga de las construidas después del siglo XVI, actualmente es una iglesia parroquial que se conserva intacta en su construcción desde que se inició la misma, a mediados del siglo XVI, hasta su terminación en 1752.
El templo está formado por mampostería y ladrillo, que coincide con el estilo barroco tardío extremeño que, a su vez, está muy influenciado por el andaluz.
La nave consta de planta de cruz latina que está formada por cabecera recta y una única nave con capillas hornacinas laterales y coro alto sobre arco rebajado. Está realizado con el propósito de resaltar el camino hacia el presbiterio, lugar sagrado por antonomasia, en el que se encuentra la imagen del Cristo del Humilladero, la que convierte a este santuario en objeto de gran devoción por parte de la feligresía y, dada su importancia, se construyó el camarín cupulado que se encuentra tras el testero.
La nave se encuentra dividida por arcos fajones que se sustentan sobre pilastras cajeadas en cuatro tramos, cubiertos con bóvedas de cañón con lunetos. Las pilastras aparecen adornadas con yeserías que dibujan flores estilizadas, meandros y otros motivos geométricos que denotan la libre voluntad de no someterse a los repertorios clasicistas. En sus lunetos aparecen óculos que permiten iluminar, suave y tamizadamente, el interior del recinto.
Se sigue a continuación transcribiendo diversos párrafos de la citada obra:
(...) "Sencillas pilastras toscanas cajeadas articulan los paramentos interiores, en detrimento de otros órdenes más ricos ornamentalmente, y sólo el doble entablamento quebrado sostenido por infinidad de ménsulas y la cornisa volada que recorren el templo en todo su perímetro otorgan una mayor plasticidad a sus muros al provocar, con sus entrantes y salientes, sutiles juegos de luces y sombras. La mayor ornamentación se concentra en el crucero, cubierto con cúpula sobre pechinas con un tambor de escaso desarrollo, casi un anillo, decorado con triglifos y metopas, que remata en una cornisa moldurada sobre parejas de modillones. Pilastras y hornacinas (de arcos de medio punto, conopiales y escarzanos bajo frontones triangulares y molduras circunflejas) decoran con gracia los machones del transepto [Fig. 35].
Una capilla, bajo la titularidad de San José, abierta en el tercer tramo del lado de la epístola. completa la planta del santuario.
una mayor plasticidad a sus muros al provocar, con sus entrantes y salientes, sutiles juegos de luces y sombras. La mayor ornamentación se concentra en el crucero, cubierto con cúpula sobre pechinas con un tambor de escaso desarrollo, casi un anillo, decorado con triglifos y metopas, que remata en una cornisa moldurada sobre parejas de modillones. Pilastras y hornacinas (de arcos de medio punto, conopiales y escarzanos bajo frontones triangulares y molduras circunflejas) decoran con gracia los machones del transepto [Fig. 35].
Una capilla, bajo la titularidad de San José, abierta en el tercer tramo del lado de la epístola. completa la planta del santuario.
El exterior es de marcada sencillez, con perfiles rectilíneos, nítidos volúmenes y relativa escasez de vanos, entre los que destacan los óculos que iluminan la nave. Dos volúmenes sobresalen en su alzado: la torre del cimborrio, sobre el crucero, y el camarín, dispuesto tras la capilla mayor como habitáculo y expositor de la imagen venerada en el santuario'. Ambos responden a la misma solución arquitectónica: base cuadrada exhornada en cada esquina con una torrecilla hueca rematada en florón barroco y tambor octogonal, articulado con pilastras que alcanzan la cornisa, con linterna y cupulino. Ménsulas, frontones y motivos variados (piñas, bolas, dentícu-los, piramidones...) animan el conjunto.
Finalmente, la fachada principal [Fig. 36], a los pies del templo, se estructura en dos cuerpos coronados por una espadaña. En el primero, rematado con amplia cornisa sobre ménsulas, se abre en muro saledizo el vano de ingreso bajo arco de medio punto d flanquean sobrias pilastras cajeadas; una balconada guarnecida con una forja muy sencilla conforma el segundo, cuyo paramento articulan cuatro p. nas adosadas que soportan el desarrollado cornisamento moldurado y piramidones.
Entre los bienes muebles de esta ermita destaca el monumental reta todo el testero de la capilla mayor, obra barroca del siglo XVIII de buena fact ornamentación. Su estructura se encarga de resaltar la importancia de la gen del Cristo del Humilladero al enmarcarla con un amplio y profundo v Punto que aisla la talla de la recargada decoración circundante, potenciando sus cualidades estéticas y emocionales. El retablo, de esta forma, encuadra solemnemente, a modo de diafragma, la imagen titular del santuario con la intención de controlar y dirigir hacia ella la mirada del fiel. Para reforzar el efecto, se suprimen los pasajes pictóricos y relieves narrativos que puedan distraer la atención de los devotos feligreses y sólo dos tallas, de la Virgen y San Juan Bautista, decoran las calles laterales; ambas sustituyen a las originales que desaparecieron en 1936. En el ático, una representación de la Trinidad completa la iconografía del retablo.
La imagen del Crucificado [Fig. 37], sin duda la de mayor valor artístico de todas las que se custodian en la ermita, fue donada por el capitán Juan de la Guardia en 1615'4. M.D. Gómez Tejedor la atribuyó al círculo de Martínez Montañés15, precisando el profesor de la Banda y Vargas la autoría en su discípulo Francisco de Ocampo por las analogías del crucificado azuagueño con el del Calvario de la iglesia sevillana de la Magdalena. En el Cristo del Humilladero, añade este autor, se intentan aunar el clasicismo montañesino del Jesús de la Clemencia (sacristía de los Cálices de la catedral de Sevilla), que le sirve de inspiración, con el realismo triunfante de la escuela sevillana del momento, sin abandonar algunos resabios manieristas'6. Sin embargo, pese a lo señalado por el ilustre profesor, debe recordarse que la obra de Montañés en la catedral sevillana tiene cuatro clavos, no tres como la azuagueña, y aunque la postura del cuerpo, la inclinación de la cabeza y su tratamiento es análogo en ambas piezas, existen notables diferencias en el paño de pureza copiado de otra escultura de Montañés, el Cristo de los Desamparados (iglesia del Santo Angel de Sevilla)17, mucho más sangriento y con la herida de la lanza en el costado costado1" . La talla del Humilladero es buena muestra del dramatismo que domib el arte en esos momentos mediante la proliferación de heridas sangrantes para establecer una comunicación emocional entre la imagen y el fiel; su cuidadosa faCtura siempre despertó los elogios de los vecinos de la población.
El creciente fervor originado en torno a esta imagen explica, sin duda, la monumentalidad de la fábrica de la ermita que la custodia e ilustra, al mismo tiempo, el importante cambio devocional que se produce en Azuaga, a partir del siglo XVII, co el progresivo aumento del culto a la Pasión de Cristo. La evolución de este nuevo sentir religioso en torno al Jesús del sufrimiento, perfilada magistralmente por W A. Christian, fue auspiciada en los primeros momentos por la popularización de las cofradías penitenciales, especialmente la de disciplinantes, que experimentan un fuerte incremento a partir del siglo XVI, por una parte, y por el cada vez mayor culto a la cruz, por otra. Precisamente la hermandad de la Vera Cruz, que salía en procesión el Jueves Santo del convento de la Merced, a partir de mediados del siglo XVII pertenece a la ermita del Cristo del Humilladero'. Ello también justifica que en fecha tardía (1777), una vez concluida totalmente la fábrica del edificio, se conceda el permiso solicitado por la cofradía para hacer un calvario en la plaza del santuario"
A estos factores iniciales se unirán después la proliferación de amplios catálogos de sacrilegios cometidos contra Cristo, teñidos de un fuerte antisemitismo, y los frecuentes hallazgos fortuitos de crucifijos. Todo ello crea un ambiente favorable a las nuevas devociones que desembocará en un hecho característico de la religiosidad del siglo XVII, presente también en la siguiente centuria: el desarrollo y potenciación del carácter milagroso de las imágenes2'. Este precisamente es eI caso de la talla del Cristo del Humilladero, cuya festividad se celebra el 16 de junio por ser en ese día de 1639 cuando el crucificado devolvió la vista a Francisco de Chaves Ponce de León, fraile que estaba totalmente ciego.
A partir de ese momento crece vertiginosamente la veneración de la imagen y, con ella, el poderío económico de la ermita que la custodia gracias a las cuantiosas limosnas procedentes de las ofrendas votivas que permitirán ampliar progresivamente su fábrica hasta obtener, a mediados del siglo XVIII, la majestuosa silueta que hoy nos frece. La documentación dice a este respecto: y los dichos vezinos an continuado con mucho fervor el acudir y asistir a la dicha ermita ofreciendo dineros, sortixas y otras cosas vendibles que se compran a excesivos prezios a el fiado”.
Para no hacer más extenso este texto, finaliza aquí la transcripción de lo que se encuentra en la obra mencionada sobre la iglesia del Cristo del Humilladero, en la que, en el apartado dedicado a dicho templo, se sigue tratando de los milagros realizados por esta imagen, considerada milagrosa por todos los azuagueños de sucesivas generaciones, que se conservan en un legajo en el Archivo Histórico Nacional y las alegaciones a que dieron lugar.
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