Usted está aquí:  >>> Alto y claro 

Alto y claro

 

Periodismo literario y literatura periodistica

PERIODISTIMO LITERARIO O LITERATURA PERIODISTICA

Muchas veces se confunde una novela con una narración de una historia sacada de los periódicos, o inventada, y contada con más extensión y desarrollo que una noticia periodística, pero sin que sea una obra del periodismo literario ni tampoco una obra literaria.

Ana Alejandre

Desde hace muchos años evito, salvo pocas y honrosas excepciones, hacerles críticas a las obras premiadas en los diferentes certámenes literarios comerciales, es decir, patrocinados por las diversas editoriales que realizan así, con el señuelo de un supuesto certamen literario, una campaña de marketing para aumentar las ventas o hacer visible a un determinado autor que le recomienda el agente literario de turno. por diversas cuestiones extraliterarias Y tal es así, que la obra premiada suele ser, en la mayoría de los casos, de periodistas que han escrito su primera obra.

Esta supuesta y premiada maestría narrativa que alcanza el autor premiado en su primera obra, a juzgar por el premio recibido, sorprende a cualquiera, pues la técnica narrativa y la maestría del oficio se consiguen después de muchas obas escritas y de mucho trabajo y esfuerzo para conseguir dominar el lenguaje y pulir el estilo personal de cada escritor y quien se presenta a un concurso pugna con cientos de obras de otros autores que se presentan al mismo premio, y que llevan muchos años escribiendo y esforzándose en el difícil mundo de la literatura, desbancando a todos sus competidores, a pesar de ser novel y alzándose con el premio codiciado.

Todo este andamiaje publicitario del premio se utiliza en demasía para aumentar las ventas, lo cual es algo lícito porque son empresas comerciales que tienen que vender libros para permanecer en el mercado editorial, pero este continuo desfile de premiados que son periodistas, y solo algunos pocos de ellos reconocidos en su labor profesional, y otros muchos, que son muy populares por sus apariciones en televisión como presentador o contertulio, hace comprender al lector avezado, cuando lee una de esas obras premiadas, que la obra galardonada hubiera pasado desapercibida, una vez publicada, si no hubiera sido premiada y publicitada como tal, porque carece de cualquier mérito para llegar a ser ganadora de un premio, ni siquiera a considerarse una obra literaria.

Hay que tener en cuenta que una cosa es escribir periodismo y, otra muy distinta, una novela, es decir, literatura. Tanto es así, que esas novelas premiadas de quienes no son escritores llevan el marchamo y el estilo inconfundible del lenguaje periodístico, más o menos depurado según cada autor, que es el propio de narrar hechos con exactitud, pero sin más análisis de la noticia ni reflexiones del periodista que cumple su cometido con eficacia y asepsia. sin intentar ser analista de los hechos que narra ni de los caracteres de los protagonistas de las noticias,

Por ese motivo, muchas de las obras ganadoras de certámenes literarios son como noticias noveladas, pero sin llegar a tener la calidad de literatura periodística. Las frases son cortas, directas y concisas y falta en dichas obras la visión del escritor a través del lenguaje literario, propiamente dicho, que solo se produce cuando la trama que narra es el armazón sobre el que se van entretejiendo el pensamiento del narrador, las reflexiones y el desarrollo de la idea que subyace en la historia contada y el análisis de los personajes.

Esto no sucede en las novelas escritas con estilo periodístico que son vacuas, anodinas, casi impersonales, que solo narran hechos, sin análisis de los personajes ni tampoco ningún propósito que vaya más allá de contar una simple historia, dejando al lector que saque sus propias conclusiones -cuando sea posible, lo que no es muy frecuente que haya motivo para sacar una conclusión- de la historia contada de forma sucinta y basada en los hechos y los diálogos Casi siempre el tiempo narrativo es lineal y el lenguaje directo y, en general, en tercera persona. Cuando se termina la obra, raramente el lector la recuerda ni tampoco se esfuerza en ello. Son lecturas que le dejan indiferente, porque no tienen calidad literaria lo que ha leído, sino una especie de noticia periodística, con más páginas y más duración de los hechos contados, y de todo lo narrado el autor parece ausente por no querer o, mejor aún, no saber implicarse en lo narrad, dándole la impronta peculiar de cada escritor.

Es constante la tendencia de muchos de esos premiados en certámenes literarios que son periodistas que se decantan por el género negro o policíaco, cuando no, dentro de la narrativa, al género de la novela histórica, sin demasiada profundidad, fantástico o de ciencia ficción, aunque en menor medida este último, Esto es muy oportuno para este tipo de escritores , ya que esta clase de narrativa suele prestarse muy bien a la escritura lineal, directa, que va al grano y basada en los hechos de la historia que cuenta, sin mayores complicaciones. Solo maestros como John Banville o Patrick Modiano , por citar solo dos grandes de la narrativa policíaca o de suspense, pueden conseguir calidad literaria a sus obras de detectives o policías, porque son capaces de crear magistralmente su propio y atrayente universo y ofrecer suspense a los lectores y, también, buena literatura que hace olvidar al lector que está leyendo una novela del llamado género negro porque advierte y disfruta de la excelente lectura que le ofrece la obra que lee y que, de verdad, es literatura con mayúsculas.

Existen en el periodismo literario – que se inició en los EE. UU. en los años 60-, un gran número de periodistas y escritores que ejercían ambas funciones con excelencia y calidad incuestionable. Como ejemplos de la literatura periodística se pueden citar a Mariano José de Larra Julio Camba, Azorín, D’Ors, Gomez de la Serna, Francisco Umbral y Manuel Vincent, entre otros. Supieron compaginar la literatura y el periodismo por lo que escribían periodismo literario y excelente literatura en el género de la narrativa o el ensayo.

Pero por estos ejemplos no se puede deducir que todo periodista puede ser un buen novelista ni a la inversa. Los nombres citados cultivaban aquellos campos en el periodismo que quedan fuera del periodismo tradicional como son el humor, el ensayo, la ironía, la sátira, el costumbrismo y la narrativa –esta última da pie al periodismo literario que se inició en los EE. UU. en la década de los 60, < de la mano de Tom Wolfe que fue su iniciador-. Pero algunos de esos célebres nombres eran, intrínsicamente, excelentes escritores antes de publicar sus textos en los periódicos. Este ejemplo no se puede extrapolar a muchos periodistas, buenos en su oficio, aunque por ello no son buenos escritores de narrativa. Las dos profesiones son compatibles en una misma persona, pues sus herramientas es el lenguaje, pero no siempre lo hacen con acierto en ambas.

Sin embargo muchos buenos novelistas han cultivado el periodismo literario del que son ejemplos las obras A sangre fría, de Truman Capote (1966), La canción del verdugo de Norman Mailer (1979) o Crónica de una muerte anunciada (1981) de Gabriel García Márquez, Ejemplos de lo que es el buen periodismo literario y de la buena literatura, a la vez, que mezcla una historia real con elementos de ficción, además de exigirla previa investigación de los hechos, la utilización de los recursos de la narrativa, entre ellos el lenguaje, y dando a la obra el enfoque literario.

Por todo ello, no porque se sea periodista se escribe bien la narrativa, ni tampoco ser novelista es señal de que se pueda ser buen periodista. Son campos cercanos, pero bien cercados, limitados y exclusivos de quienes, por temperamento, capacidad inquisitiva, rigor y formación, los primeros; y por imaginación, creatividad, talento y maestría narrativa los segundos, están reservados, salvo excepciones, a unos u otros, pero nunca de forma general, son intercambiables para todos los que cultivan uno de los dos géneros.

 

Edición nº 58, enero/marzo de 2022