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In memoriam de Fernando Marías
Fernando Marías
(unbenannt) de Fernando Marias
Fernando Marías de Fernando Marías
Ana Alejandre
El reciente fallecimiento (5 de febrero de 2022) de Fernando Marías lo ha puesto tristemente en el candelero de la actualidad. Escritor, novelista de intrigas y misterios, guionista y editor. Ha muerto con tan solo 63 años que es una edad pronta para morir y, sobre todo, en aquellas personas que, como Marías, era joven de espíritu, mente y creatividad que se renovaba continuamente desde su primera novela, La luz prodigiosa (1990) hasta la última, Biografía de una mujer muerta (2021).
En La luz prodigiosa se encuentran algunas de las claves de este Marías cuando consiguió fama en las postrimerías del siglo XX: y demostró que era capaz de dar giros y finales sorprendentes a sus novelas por tener suficiente capacidad narrativa e intuición para desarrollar historias que, algunas, provenían del pasado y, otras, se dirigían a un tiempo anacrónico. El Niño de los coroneles, novela con la que obtuvo el Premio Nadal en 2001, era una novela inspirada desarrolló a partir una biografía de Ceaucescu. Esta noche moriré (1992) es un thriller psicológico novedoso en la narrativa española de la época.
Hay siempre un acento cinéfilo en cada novela de Marías que evidencia su vocación por el cine que le hizo trasladarse a Madrid, en plena adolescencia para estudiar cinematografía por su deseo de convertirse en director de cine. Entonces era la década de los 70, que fueron decisivos para la innovación del cine de Hollywood y de la rebeldía juvenil y ruptura generacional.
Marías se hizo adulto en los años de la contracultura en cierta forma progre, aunque sus intereses iban por otros derroteros como eran los que le llevaban a un mundo en el que predominaban la fantasía, el cosmopolitismo, la violencia y las filigranas narrativas tenían más peso e importancia que los parámetros de esa época como eran el idealismo y el hedonismo light.
Aunque seguía luchando para conseguir llevar a buen término su vocación cineasta, sólo encontró, a partir de cumplir la treintena, una vía de expresión de su capacidad creativa en la literatura La luz prodigiosa, su primera novela, apareció en 1991, coetánea de las novelas que eran los referentes en esos años. Como Beltenebros (1991), de Antonio Muñoz Molina, por ejemplo, o La fuente de la edad (1986), de Luís Mateo Díez. En las dos primeras novelas, aparecía como telón de fondo la Guerra Civil con tintes del cine negro clásico, y una constante intriga. La luz prodigiosa narraba la historia del superviviente de un fusilamiento que reaparecía amnésico. La búsqueda de su identidad a través de los fragmentos de su vida provocaba una pregunta inquietante: ¿Era ese hombre sin memoria Federico García Lorca?
También en sus novelas juveniles, la otra faceta de este escritor que ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y juvenil 2006 por Cielo abajo y el Gran Angular de Literatura Juvenil 2008 son Zara y el librero de Bagdad.
A lo largo de su carrera literaria fue decantándose por un estilo más intimista, nada complaciente y confesional, porque María escribía, sobre todo, de todo aquello que había vivido, convirtiéndolo en una novela en la que no hablaba de sí mismo, pero siempre estaba presente no como autor solamente, lo que es obligado, sino como sombra en la distancia que el lector percibía constantemente, hasta que su narrativa se volvió más personal e intimista y con de gran dureza en sus juicios que no dejaba indiferente al lector.
Esta nueva etapa narrativa comenzó en su obra La isla del padre. (2015) que fue la que inició ese ciclo en la que Marías ya hablaba de sí mismo sin cortapisas. En ese libro aparece la figura de su padre, Lorenzo Marías, marino, que marcó la infancia de su hijo por su personalidad reservada, casi inescrutable.
En esta nueva etapa estilística se encuentran los retazos del mismo escritor de antes, atrevido, ingenioso e irónico, y surge la pregunta de qué nexos le une al escritor último con un tono más escéptico, doliente, lírico e intimista.
Su gran capacidad de invención y su gran imaginación e acompañaron toda su vida, incluso cuando se encontraba sumido en las tenebrosas profundidades del alcohol hasta que se recuperó totalmente de esa adicción, hecho que le inspiró la que se considera su segunda novela más relevante como es El mundo se acaba todos los días (2005) que es una obra casi confesional en la que bucea en las pulsiones suicidad de la adicción, escrita con total honestidad, sinceridad y escándalo para los lectores más puritanos, porque en ese libro describe que el alcohol provoca efectos terribles que arrastra a los seres queridos y la evidencia de la fragilidad de los amarres que pueden sujetar y llevar al adicto a la salvación del alcohol y sus demonios.
Entre sus premios destacan el Premio Primavera con Todo el amor y casi toda la muerte (2010), el premio Nada de 2011, l con El niño de los coroneles o el Biblioteca Breve de 2015 con La isla del padre, entre otros galardones.
Lo conocí en 2007, cuando la editora de mi segundo libro, que era su pareja por entonces, le encargó que leyera mi obra que iba a publicar y de la que hizo Marías una reseña elogiosa y a la que calificó como “insólita”. Le agradecí por carta su generosa crítica y seguimos coincidiendo en las redes sociales, dando siempre muestras de su amable atención y capacidad de comunicación. Era un modelo de amabilidad y simpatía. No lo vi hasta 2010 en la que asistí a la presentación de un libro de otros autores de la que era el maestro de ceremonias. Era encantador, amable, irónico, culto y jovial. Coincidimos otras dos veces más, pero siempre me dejó un agradable recuerdo de su bonhomía, inteligencia y cultura.
El fallecimiento de Marías es una gran pérdida dentro del mundo de la literatura española, porque nos priva de una voz singular y personalísima que podía haber ofrecido más frutos de su capacidad creativa y de su gran talento narrativo.
Descanse en paz.
Edición nº 58, enero/marzo de 2022