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El hospital de jornaleros
Hospiitl de Jornaleros o de Maudes)
El hospita de jornaleros
EL HOSPITAL DE JORNALEROS
Antonio Machado Sanz
Los dos amigos iniciaron su paseo matinal y llegaron hasta la Glorieta de los Cuatro Caminos, por la calle de Santa Engracia y tomaron la acera de los impares de la Avenida de Raimundo Fernández Villaverde por la esquina que forma el Centro Juvenil de Chamberí hasta la puerta del sobrio edificio, con su fachada de piedra colmenareña de la Parroquia de Santa María del Silencio.
-¿A qué no sabes por qué se llama Nuestra Señora del Silencio? -preguntó Jacinto.
-No, no lo sé, - replicó Rafael.
-Se llama así desde el año 1973, porque fue la primera parroquia para personas sordas o sordociegas. Al frente pusieron a dos sacerdotes sordos, a los que se unieron el delegado diocesano de Cáritas y un grupo de feligreses con idéntico problema.
-Oí hablar de que se hizo en el siglo XX, conforme a los planos de dos arquitectos que después fueron muy conocidos -dijo Rafael.
-Si, Joaquín Otamendi y Antonio Palacios, -continuó Jacinto- que por aquellos tiempos estaban construyendo el Palacio de Comunicaciones, en la plaza de Cibeles.
Quizás por eso tiene un aire parecido al edifico del actual Ayuntamiento de Madrid. La iglesia formó parte de un conjunto de edificios que Doña Dolores Romero Arano, viuda de Curiel y Blasi, quiso construir en un terreno de su propiedad en el Barrio de Maudes que, en aquellos tiempos, era el extrarradio de Madrid y estaba próximo al Hipódromo de la Castellana.
En 1906 creó una fundación benéfica, y en el año 1916 llegó a recibir, de manos del Rey Alfonso XIII, la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia y en 1924 la de la Orden Militar. Doña Dolores encargó el diseño a los dos arquitectos, y estos, siguiendo el modelo panóptico de las cárceles españolas, concibieron cuatro naves en aspa con un bello jardín central, para reposo de los enfermos y varios edificios anejos, entre los pabellones, como la iglesia y otro para consultas médicas, con entrada por la calle de Maudes. Tardaron ocho años en su edificación, se inauguró el 23 de junio de 1916, como Hospital de Jornaleros y Doña Dolores cedió su administración a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
¡Ah!, unos detalles curiosos, el primer ingreso se realizó a los once días de su inauguración y el Ayuntamiento tardó varios meses en emitir su licencia de funcionamiento.
En su ideario tenía como función principal el cuidado y sanación de los jornaleros de Madrid y desde el principio fue conocido como el Hospital de Maudes.
Fue declarado, en 1979, Bien de Interés Cultural. Hasta esa fecha sufrió innumerables cambios de denominación, primeramente Hospital de Jornaleros, durante la Guerra Civil Hospital de Sangre, después, hasta 1964, Hospital Militar de Maudes. Los siguientes veinte años fue abandonado y se utilizó como almacén de chatarreros, dormitorio de indigentes y refugio de los gatos del barrio.
-Ahora recuerdo que un día, siendo niño, acompañé a un amigo y vecino al médico -Rafael interrumpió la exposición-, estuvimos en una sala de espera enorme del edificio principal, donde había unos bancos corridos de un material parecido al mármol y jugamos con unas chapas. Creo que su padre era militar o algo así.
-En el año 1984 -continuó Joaquín- compró el edifico la Comunidad de Madrid para instalar la sede de la Consejería de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y Vivienda, fue inaugurada el 23 de septiembre de 1986.
Hoy, si entras por la calle de Maudes, te encontrarás con la Consejería de Transportes, Viviendas e Infraestructuras.
Entre los años 2006 y 2008 se restauraron las fachadas y el muro perimetral con piedra de Colmenar, dejándolos como en su creación.
-Cuando se inauguró debía de estar lejísimos de Madrid, -comentó Rafael- rodeado de campo por todos los lados, pues todavía no había llegado El Ensanche, y el Barrio de Cuatro Caminos era un suburbio de la capital.
Los dos amigos continuaron su periplo hasta el Paseo de la Castellana para tomar el autobús de la línea 147 que los llevaría hasta sus domicilios.
Edición nº 58, enero/marzo de 2022